Cuando se trabaja en educación y, especialmente en los niveles superiores; cuando se diversifican los aprendizajes y se estructuran los contenidos; cuando se delimitan al minuto los horarios, las unidades didácticas, la metodología, los criterios, los estándares de aprendizaje, las rúbricas, los procedimientos de evaluación… en suma, cuando TODO en la vida del alumnado está segmentado, es muy difícil hacerles ver la conexión necesaria que hay en los contenidos que aprenden. Y mucho más complicado que encuentren esa conexión en lo que experimentan o viven.

La pastoral en la escuela no es una asignatura más, no es un aprendizaje más al nivel de las grandes, como matemáticas o lengua. Ni una transversal que desarrolle destrezas complementarias. Tampoco es una competencia básica que el alumnado debe desarrollar junto a otras.

La pastoral es la ESENCIA de nuestros colegios. Es su centro. Es el corazón del que debe manar la sangre que riega todo el aparato educativo. Si no se vive así, es difícil que se transmita así y, lo que es peor, es imposible que los alumnos y alumnas reciban esa transfusión de espiritualidad cristiana.

Y hablando de educación y corazón, permitidme aquí un guiño a la carta de Pablo a los Coríntios, porque os digo: 

Aunque habláramos todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tenemos amor, somos como un teléfono que suena o un timbre de patio que anuncia el recreo.

Aunque tuviéramos el don de la sabiduría y conociéramos todas las ciencias, aunque tuviésemos toda la fe, capaz incluso de mover edificios, si no tenemos amor no somos nada. 

Ya podemos buscar la excelencia en el bilingüismo, ser avanzados tecnológicamente o realizar los proyectos colaborativos mas increíbles que si en ello no hemos puesto el corazón, no somos nada.

En todas partes de nuestra escuela debe respirarse esa cercanía, esa forma de vida diferente y contagiosa; esa fe, esperanza y corazón que se nota en la cara.  Y hay que saber transmitirlo para que nuestros jóvenes no adopten comportamientos diferentes dentro y fuera de la escuela, sencillamente porque lo han vivido con tanta intensidad, que se han enamorado.

Se han enamorado, como ya lo estamos nosotros, del Evangelio.

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