Al caer la tarde, con los últimos rayos de luz, contemplo admirada la danza de una libélula que bordea y roza sigilosamente con gran delicadeza el agua de la piscina. La sigo admirada hasta que se difumina y desaparece en el horizonte. Son unos instantes de magia, belleza y silencio contemplativo. Su asidua visita ya forma parte de mis tardes de verano. Es, como la antesala, el aviso más certero que me lanza la naturaleza invitándome a escuchar el silencio y contemplar poniéndome en modo » IN» Es el momento donde parece que toda calla para que todo hable.

Quiero rendirle un homenaje a este increíble insecto de gran belleza y fragilidad, etérea y casi mágica que revolotea “sigilosa” cada atardecer y se pierde fugaz y discretamente, regalándome ese momento de luz y silencio.

En algunas culturas la libélula tiene un significado espiritual, se asocia a la transformación de la persona, la alegría interior, la positividad y resiliencia, a la humildad y a la nobleza, a la felicidad y a la pureza. Los samurai la utilizan como símbolo de poder, agilidad y victoria. En China, la gente la asocia con la prosperidad y la armonía . Soñar con ellas atrae la suerte y el conocimiento ancestral, la sabiduría profunda. La libélula simboliza la esencia de los vientos del cambio, los mensajes de sabiduría y de iluminación, y la comunicación del mundo elemental, del espíritu de la naturaleza. ¡Casi nada!

La naturaleza nos ofrece grandes lecciones que pueden servirnos de inspiración para la vida, cuando sabemos transcender lo puramente biológico y conjugar lo literario con lo espiritual. Sorprendentemente compartimos con este insecto la capacidad de transformarnos y la mágica habilidad para adaptarnos a diferentes escenarios, la autorrealización personal, sabiendo que la fuerza está dentro de sí, la capacidad de comprender el devenir de la vida con sus ciclos naturales y el deseo de vivir al máximo el momento presente abrazando el futuro con esperanza.

Aprendamos de ellas a:

  • Descubrir nuestra verdad en cada etapa de la vida. Asumir que somos criaturas limitadas y frágiles, cambiantes y transformadas. Todos los escenarios, situaciones y personas con las que nos encontramos en el devenir de la vida nos configuran y nos hacen ser lo que somos. De ahí que sea tan necesario desarrollar la capacidad de interioridad que nos ayude a ser conscientes de quiénes somos, hacia dónde aletean nuestras alas, de dónde procede nuestra fuerza, cuáles son nuestras motivaciones y necesidades más profundas… Entonces sí conoceremos el sentido y la dirección de nuestra vida y miraremos la vida con esperanza.
  • Capacidad de percibir y descubrir. Las libélulas son uno de los insectos más fascinantes que existen en el reino de los invertebrados. Más allá de su anatomía, de sus llamativos colores o su vuelo sigiloso y extraordinario, pueden alcanzar los 85 km/h. Uno de los aspectos más atractivos y curiosos son sus ojos. Tiene una de las visiones más perfectas de la naturaleza, ve de un solo vistazo los 360º de su entorno. Ojalá nosotros también pudiéramos tener esa sensibilidad de contemplar y agradecer, de mirar y ver con tan solo una mirada las necesidades, las expectativas y proyectos de los otros y, como educadores, acompañar procesos.
  • Una vida de transformaciones y cambios continuos. La libélula tiene un ciclo de vida muy particular. Pasa por tres fases muy concretas en su metamorfosis, las cuales van desde que eclosiona de un huevo, pasando por la fase de ninfa hasta que se convierte en una espectacular libélula. Ese viaje dura entre 3 y 6 años. Su etapa como libélula dura apenas unas pocas semanas. Este viaje de significativos cambios le obliga a experimentar unas 15 mudas de piel hasta que emergen las alas. Ellas entienden que, para sobrevivir en cualquier medio, hay que cambiar, mudar pieles, dejar ir viejas formas. Aprendamos de ellas a adaptarnos a ese viaje vital donde casi nada es estático, todo es efímero y hemos de salir continuamente de nuestra zona de confort, abrirnos a la novedad, al futuro, al devenir de los tiempos. Solo así lograremos hacer brillar la LUZ que llevamos dentro porque somos seres de luz.
  • Aprovechar y darle sentido a la vida. Cuando la ninfa muda su última piel y emergen las alas es consciente de que su existencia será efímera. Es momento entonces de abrazarse al viento, de viajar, explorar, conocer, de vivir la vida con profundidad y sentido. Aprendamos de ellas a apreciar la vida con pasión y delicadeza, a transcender los acontecimientos, a trenzar sueños, acercarnos a los que despiertan la mejor versión de nosotros mismos, exprimir lo positivo y lo que nos ayuda, a crecer con cada experiencia, ensayar el futuro, tomar decisiones, empeñarnos en vivir con lo que la vida nos depare y disfrutar de la bondad, la belleza y la magia de cada instante.
  • Vivir en equilibrio siendo acróbatas. A lo largo del tiempo hay algo que ha fascinado a casi cualquier cultura sobre estos invertebrados: sus alas. Además de sus tonalidades, de sus juegos cromáticos y destellos, llaman la atención sus afinadas, precisas y llamativas maniobras de vuelo. Las libélulas son poderosas y elegantes en el aire a pesar de haber pasado gran parte de su vida en el agua. Se han forjado y ahora son ellas las que mantienen en equilibrio a la criatura con el viento.  Aprendamos de ellas a mantener ese mismo equilibrio, siendo “acróbatas” entre lo que decimos y hacemos, entre nuestros pensamientos, emociones y acciones.  Entonces nuestras alas, nuestra vida, se caracterizará por la fuerza y el coraje, la valentía y la coherencia, volaremos dejando ese haz de luz y esa magia. Nuestro vuelo tendrá éxito, nuestro paso por la vida será luz.

Las libélulas son insectos asombrosos, danzando y rozando amablemente el agua a la caída de la tarde, donde parece todo silenciarse invitándote a la interioridad y regalándote una enseñanza para la vida. ¡DESCÚBRELAS!. Ya lo decía Robyn Nola: “Las libélulas son recordatorios de que somos luz. Todos podemos reflejarla y ofrecerla a los demás de manera poderosa si decidimos hacerlo”