Me entretengo

entre la noche y la bruma

y la incertidumbre que me acosa

Me deslizo

entre los amaneceres y las sombras

buscando

Me

Equilibrarse es aceptarse y reconocerse. Quizá en la vorágine de las actividades, exigencias y retos diarios solo has podido sobrevivir. Ya es tiempo de mirarse y de admirarse. Eres tú: un pequeño gran milagro lleno de vida llamado a ser. En ese camino que recorres has tenido que encontrar ese espacio de templanza y de justa medida entre las diferentes posibilidades que te daba el día a día. Has aprendido a equilibrarte.

Pero ese equilibrio no puede ser de otra forma que individual y experiencial, subjetivo pero tan real y necesario que te permite sentir y ser sentido. En momentos puedes no haberte encontrado tu centro, desbordado por los sucesos y las ideas que navegan constantemente por tu cabeza. El viento arrecia en las tormentas y sacude los balcones y los árboles con raíces y también a los que no las tienen apenas. Así, algunos se quiebran y se desploman en la tierra o en el asfalto llorando y maldiciendo el viento y el agua vividos como amenaza y no como caricia y refresco. Otros, en cambio, pierden algunas hojas prescindibles, algunas ramas que se secaron en secreto, silenciosas y el tronco permanece inalterado en su verticalidad y su asentamiento.

Equilibrarse es enraizarse en la propia esencia, es descubrir el propio centro que permanece siempre en nosotros desde el momento de nuestra gestación. Es saber que uno ha encontrado el lugar donde reposar, donde aposentarse frente a las inclemencias del tiempo de cada día, de las exigencias de las miradas, de los juicios y de los avatares que nos acontecen.

Cuando te desequilibras sientes esa desmembración de lo emocional campando a las anchas de los requerimientos externos. Te encolerizas, te agredes y agredes a los demás física o verbalmente, te pones a la defensiva, sientes miedo, te sientes pequeño o pequeña frente a otro y practicas lo que llamamos “abstracción generalizada”, que no es nada más ni nada menos que pensar que lo que tú estás sintiendo en este momento es generalizable y exportable a todas las situaciones y a todas las personas con las que te relacionas. Si tienes frío, todo el mundo siente lo mismo que tú. Si estás feliz, todas las personas lo son.

Cuando uno se equilibra practica la serenidad, desde la propia consciencia de estar en este momento, que se descubre como algo distinto a apaciguarse o amansarse . Más bien aparece como aceptacion de que lo que estás viviendo lo tienes que sentir. La serenidad, entonces, puede llegar a ser en un momento de dolor e incluso de malestar, de ira y de desencuentro.

Para encontrarla tienes que practicar la respiración consciente. En ella se descubre el equilibrio:

La respiración aparece como  la base fundamental de nuestra vida y nuestro contacto con el exterior desde que nacemos.  Aprender a respirar es más un proceso de reminiscencia ya que se trata de volver aprender lo que ya sabemos desde que nacemos y que desaprendemos por hábitos sociales personales y culturales. Si la practicas te ayudará a encontrar ese equilibrio entre lo que piensas y lo que sientes. Te ayudará a reconocer las emociones básicas que te conforman y a cogerlas de la mano para seguir dando pasos.

A su vez, la respiración puede ser la vía del contacto con lo inmanente con la esencia trascendente y el ser esencial que nos habita y nos conecta.

Si practicas la respiración consciente y dotas de un espacio cada vez mayor a los momentos de silencio entre la inspiración y la expiración descubriremos que en ese espacio es donde habita el centro de nuestra experiencia.

 PARA SENTIRTE

Contempla el equilibrio que supone la naturaleza en este momento. Solo observa el maravilloso engranaje de la vida que tienes cerca de ti.  

Contempla sin juzgar y mira con ojos limpios y claros la realidad que te rodea. Escucha el viento, los sonidos del agua, las risas de los niños, siente la tierra, sorpréndete con los cambios de luz desde el amanecer hasta el atardecer. Te invito a que en un día como hoy salgas a pasear sin más motivo que caminar, respirar desde la intuición de que eres como una tesela en un gran mosaico… Aceptar sin buscar es equilibrar. Trata de que tus pasos se acomoden a tu respiración y obsérvate en calma como si te pudieses mirar desde la cámara que te observa desde arriba. Y sonríe.

PARA SENTIR

¿En qué espacio del cuadro de Paul Klee te reconoces? ¿ Has pasado por momentos así en los que has sentido vértigo, incertidumbre, desasosiego? ¿Qué utilizaste para continuar en la cuerda floja sin caerte? ¿Te has podido sentir en 2023 lo mismo que este Funambulista de 1923? Trata de recordar desde el corazón la calma que te da el haber encontrado tu centro y regálaselo a los que tienes cerca con  tu amabilidad y la sabiduría que nace de tu mesura, de tu equilibrio.

PARA ESCUCHAR

* La imagen es Tightrope Walker (Seiltänzer) de Paul Klee, Museum of Fine Arts, Boston, Estados Unidos.

Los verbos de la vida

ILUMINARSE

La luz. ¡Qué constante en la vida de cada uno de nosotros!. Ya desde nuestros comienzos llamamos “dar a luz” a nacer, al encuentro con lo que va a ser nuestra existencia y nuestro tiempo aquí.

ver más »
Los verbos de la vida

INVOLUCRARSE

Sentir la urgencia del compromiso más allá de nuestras fronteras es tan atávico y tan profundamente humano como la huida y la evitación

ver más »
Los verbos de la vida

INTEGRARSE

Integrarse es hacerse parte de un algo que, a su vez, es todo en sí mismo y una parte del todo del que estás llamado a ser.

ver más »