ESCUELAS DE FELICIDAD. SECUELAS PARA TODA LA VIDA

Son muchos los espacios educativos en los que se incluyen asignaturas para la felicidad. En la India, por ejemplo, esta práctica es habitual, y en algunos países del norte de Europa o de América Latina también se ha realizado una inversión en el planteamiento educativo de los centros escolares para incluir en la formación esencial del alumnado la asignatura de felicidad.

No es extraño que este planteamiento haya irrumpido en el escenario educativo ya que los datos que observamos en la formación de niños y jóvenes nos imponen la necesidad absoluta del trabajo interior, sobre todo referido a la búsqueda de la felicidad. Una escuela y una formación que no trabaja al alumnado interiormente es una escuela del pasado. Sin embargo, una escuela del futuro es aquella que incorpora en su programa educativo propuestas concretas para trabajar a su alumnado desde dentro.

Buscar la felicidad no tiene nada que ver con una educación de niños frágiles o situados permanentemente en un estado de bienestar placentero. Educar en la felicidad es buscar interiormente aquellos aspectos personales que pueden hacernos crecer por dentro porque enseñamos a interpretar la vida y los acontecimientos de forma correcta y saludable. Enseñar a nuestros alumnos o a nuestros hijos en cualquier espacio educativo a ser felices, significa preparar nuevas generaciones fuertes y transformadoras.

Educar en la felicidad tiene que ver con los siguientes aspectos:

  • Enseñar a hacer silencio. Una escuela del futuro tiene que centrar su aprendizaje en el silencio interior en un mundo cada vez más complejo y más sobredimensionado en sus estimulaciones. Nuestros hijos, niños y jóvenes están bombardeados permanentemente por un exceso de información indiscriminada. Sus mentes, sus actividades y sus preocupaciones están dañadas por esta cantidad excesiva de información inasumible. Por tanto, hacer silencio es un aprendizaje que debemos incorporar en nuestra práctica docente, familiar y de crecimiento personal.
  • Trabajar la atención consciente. Es decir, enseñar a permanecer en el gusto de estar en el presente. Saborear cada instante como el único, de forma que nada pase desapercibido. La práctica de mindfulness en los entornos familiares y escolares ya está siendo una acción fundamental. La atención plena requiere de nosotros un trabajo minucioso hacia la contemplación y el reconocimiento de la belleza y del asombro ante lo que nos rodea. Una práctica educativa de mindfulness es un aprendizaje imprescindible para una sociedad despistada en la multitarea.
  • Reeducar el cerebro. Ya no hay discusión alguna sobre la plasticidad cerebral. Sabemos científicamente que nuestro cerebro puede ser reeducado de forma que genere nuevos surcos neuronales que cambien nuestra forma de interpretar la realidad. Si entrenamos nuestro cerebro con pensamientos positivos, iremos transformando hasta biológicamente nuestra composición neurocerebral. Si enseñamos a nuestro cerebro a percibir de otra manera, transformaremos en nosotros mismos la comprensión de la realidad y, por lo tanto, la posibilidad de una acción diferente ante un mismo hecho.
  • Tolerar el fracaso o la capacidad de resiliencia. Un niño que crece atento a sus fracasos y a la superación de los mismos es un niño feliz. El fracaso nos enseña, permite aceptar la diversidad, nos hace más flexibles y nos ayuda a crecer en coraje y en humildad. Si entendemos el fracaso como una superación de nuestras limitaciones y carencias, también comprendemos que fracasar no es un concepto negativo sino una forma de reeducar nuestro ego.
  • Evitar la sobreprotección. Es tan importante ayudar cómo acompañar sin intervenir. Las mejores herramientas que podemos ofrecer en el escenario educativo tienen que ver con el fortalecimiento de la autoconfianza, la gestión emocional y el disfrute de la toma de decisiones en soledad. Para redirigir un rumbo establecido es necesario ofrecer un proceso de contraste que permita identificar si estamos orientados hacia nuestros objetivos personales o somos prisioneros de la dependencia externa. El éxito no está en el final, sino en las trasformaciones  del camino

BITS (Basic Interiority Times – Tiempos Básicos de Interioridad) para la PRÁCTICA

  • “Tiempos fuera”. Cada 30 minutos de trabajo en el aula dedica 5 a hacer silencio. Intercambia espacios de trabajo con momentos de silencio y verás cómo se convierte el silencio en una herramienta eficaz para trabajar la atención y la calma.
  • “Estoy aquí”. Programa una alarma en tu dispositivo digital para que suene en tres momentos del día de forma aleatoria. Cada vez que la escuches, detente y di “estoy aquí”. Observa en ese instante dónde estás y si tu mente está centrada en el lugar y en la tarea que te ocupa.
  • “Neuronovas”. Vas a reeducar a tu cerebro mandándole información positiva. Observa en tu comportamiento cotidiano cuántas veces haces un juicio mental o verbal negativo, y transfórmalo en una percepción positiva. Verás cómo haciendo esta práctica durante cuatro semanas, comienzas a interpretar de forma positiva y a sentirte más feliz.
  • “¿Jugamos?”. Identifica una situación en la que sientas que has fracasado o te has equivocado. Intenta convertir lo ocurrido en un juego en el que puedas cambiar las reglas y reinventa nuevas soluciones ante las mismas dificultades.
  • “Personas helicóptero”. Deja de sobrevolar permanentemente sobre alguna de las personas que están bajo tu tutela de forma que tengan mayores márgenes de actuación sin que tú intervengas. Después de una semana con esta nueva pauta, establece un diálogo en el que cambies las directrices, por preguntas (algo así como que, en vez de decir lo que hay que hacer, pregúntale/s sobre cómo lo ha/n hecho…).

PARA MÁS INFORMACIÓN

  • El libro que tu cerebro no quiere leer: Cómo reeducar el cerebro para ser más feliz y vivir con plenitud, David del Rosario
  • Hiperpaternidad: del modelo mueble al modelo altar, Eva Millet