DISTOPÍA O PROPÓSITO DE VIDA

EDUCAR HACIA LA UTOPÍA DEL CORAZÓN

John Stuart Mill, político, economista y filósofo inglés ofreció un discurso parlamentario en 1868 utilizando el término “distopía” para referirse a una situación social alienada moralmente. Han pasado muchos años para que el diccionario de la Real Academia Española incluyera este término en nuestro lenguaje.

A lo largo de la historia, la sociedad humana se ha imaginado numerosas sociedades distópicas; algunas a través de la literatura y, más actualmente, dentro de la cinematografía. La novela 1984 de George Orwell ya describía a principios de siglo XX una sociedad gobernada por una mente que manipulaba constantemente la vida de los ciudadanos, presentando incluso una nueva lengua que eliminaba ciertas palabras para que ni siquiera fueran pensadas.

También podemos recordar episodios históricos en los que se han destruido libros y literatura que se consideraba nociva para la sociedad desde los poderes políticos gobernantes. El estadounidense Ray Bradbury describía en su libro Fahrenheit 451 una sociedad distópica en la que se quemaban libros que podían incitar a las personas a cuestionar la realidad; en esta realidad ficticia, la felicidad se asentaba en la ignorancia.

Actualmente el cine también muestra numerosas sociedades distópicas y, junto con videojuegos como Deux Ex, se incita a entrar en un mundo de oscuridad mostrando una sociedad deteriorada, sin esperanza y sin valores. Sin duda alguna, el fanatismo también es un elemento central en las sociedades distópicas y se suele presentar a través de religiones o sectas que controlan el pensamiento de las personas.

Si la distopía se caracteriza por la deshumanización, la tiranía, los desastres ambientales o los cataclismos sociales, la utopía ofrece una forma de mirar el mundo, como favorecedor del bien humano. Aunque muchas veces hemos escuchado que la utopía es algo inalcanzable, su verdadero sentido hace referencia aquello que, aun no existiendo hoy, puede ser posible alcanzarlo. La utopía, por tanto, es la mirada posibilitadora de un ser humano que puede ser más comunitario, sensible, cuidadoso y solidario.

El “lugar” del que emanan todas las utopías posibles y de donde nacen todas las posibilidades esperanzadoras,  es el corazón. No hay proyecto transformador que no haya sido gestado en el interior del corazón. Como seres humanos, podemos hacernos bien o vivir secuestrados por la presencia del mal y de la destrucción. Y, sin llegar tan lejos, sabemos que es posible crear estructuras y hábitos de vida que modifiquen la realidad del mundo hacia una vida más plena. Si el esfuerzo se centra en la lectura del corazón, nuestra educación y convivencia solo podrán generar espacios de amor y conciencia.

El mejor antídoto para la distopía es el propósito de vida”. Tenemos que trabajar intensamente para dejar de centrar nuestro esfuerzo en las necesidades materiales, y centrar nuestras tareas y objetivos en el sentido de la vida y lo esencial que nos habita. Sufrimos porque no centramos la atención en la verdad de la vida. Nos sentimos carentes porque no nos entrenamos en percibir la abundancia de lo que nos rodea. Creemos falsamente que vivir saludablemente consiste exclusivamente en alargar la vida de forma interminable, o que  tener trabajos seguros fijará nuestro bienestar personal eterno.

Olvidamos que, mientras no cumplamos nuestro propósito vital, no nos sentiremos ni completos ni felices. Vivimos en la ignorancia porque nos hemos olvidado de dar sentido a la vida. Desconocemos nuestra razón de ser y nos vemos arrastrados al abatimiento. Nuestra educación debería centrarse en la didáctica de la sabiduría perenne y dejar en la periferia los contenidos del saber referidos a las capacidades intelectuales. Una educación que no nace desde el trabajo de la vida interior, generará distopías y competitividad. 

Para escuchar el corazón tenemos que trabajar el autoconocimiento y la mirada conectada a la vida. Debemos transformar nuestras relaciones en experiencias de aprendizaje. Y la llave para este reconocimiento es el corazón.

Hemos de comenzar por transformar los pequeños hábitos y generar prácticas que modifiquen nuestras vida cotidiana y abran nuevas formas de pensamiento. Podemos incorporar pequeños “inputs vitales” que nos ayuden a conectar con nuevas posibilidades:

  1. Dedicar unos minutos diarios a la meditación activa para que el cerebro despierte áreas de memoria positivas que mejoren la claridad mental.
  2. Aprender a desconectarse de los dispositivos electrónicos en determinados momentos para enfocar mejor el momento presente.
  3. Practicar la gratitud de forma cotidiana aprendiendo a agradecer lo que tienes en cada momento y lograr un estado más positivo y sereno.
  4. Conectar con la naturaleza dedicándonos tiempos cotidianos en entornos naturales.
  5. Alimentarse de forma consciente atendiendo en cada ingesta al alimento del que se disfruta estimulando la conciencia sensorial.
  6. Repetirse internamente afirmaciones positivas que refuercen una nueva percepción de la realidad.
  7. Practicar ejercicios de respiración consciente para entrar en contacto con la vida a través de cada aliento.
  8. Buscar nuevos aprendizajes que hagan despertar la dimensión creativa que tenemos dentro.
  9. Encontrar tiempos de reflexión que permitan observar los propios pensamientos y los ajenos.
  10. Buscar oasis de tiempo personales para realizar actividades que nos aporten alegría y plenitud.
  11. Poner en práctica la escucha activa con empatía para comprender realmente a la otra persona.
  12. Aprender a comunicarnos de forma no violenta evitando culpas o juicios.
  13. Practicar la retroalimentación constructiva evitando aquello que destruye o infravalora a los demás.

BITS (Basic Interiority Times – Tiempos Básicos de Interioridad) para la PRÁCTICA

  • One Minute Meditation”. Dedica únicamente 1 minuto  (de 60 segundos) de tu cotidianidad estando solo, firmemente sentado, con la espalda estirada, las manos reposadas y concentrado en la respiración. Observando si tu mente se distrae con pensamientos, para centrar la atención de nuevo en la respiración.
  • “Espacios blancos”. Programa una agenda diaria en la que establezcas momentos de una hora en los que estés sin conexiones digitales; verifica el descanso que sientes tras esa práctica.
  • “3 veces gracias”. Cada mañana al levantarte da 3 veces las gracias: por lo que tienes, por alguien a quien quieres y por algo que te cuesta hacer, pero que vas a intentar realizarlo.
  • ”Estoy cada vez mejor”. Antes de comenzar tus tareas diarias repítete esta frase: Todos los días, en todos los sentidos, estoy cada vez mejor y mejor”.
  • “Oasis personal”. Dedica una hora al día a hacer la tarea  (física, manual o relacional) que más te satisfaga y te haga feliz realizarla.
  •  “CNV(Comunicación No Violenta)”. Cuando tengas un conflicto aplica estas 10 recomendaciones:
  1. No responsabilices, acuses o señales al otro por un hecho.
  2. Buscar una colaboración y entendimiento, no el conflicto.
  3. No entres en confrontación de palabras.
  4. Sé concreto y directo, más allá de manifestar opiniones a la defensiva.
  5. Manifiesta tus necesidades.
  6. Invita al otro a responsabilizarse y hacer algo al respecto para mejorar la relación.
  7. Sé parte del hecho objetivo y no de un juicio, creencia, interpretación o acusación.
  8. Sé firme y claro con lo que quieres.
  9. No interpretes las conductas externas.

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