Hace años que los monólogos de humor se pusieron de moda y el humorista de monólogos pasó a tener espacio propio en el mundo del espectáculo. Y con humor se pueden decir muchas cosas, muchas verdades, muchas críticas. Hay que ser muy bueno para no caer en el insulto, la grosería, la chabacanería y el mal gusto. Hay monologuistas que, por criterio, evitan ciertos temas para no patinar y caer en los vicios o errores citados. Pero también los hay que saben meterse en jardines complicados y hacerlo con estilo.

Hablamos de gente buena en la comunicación.

Pero el humor también es un recurso útil para conferencias, clases, charlas, discursos y homilías. Soltar píldoras que saquen una sonrisa e incluso una carcajada le hace bien al discurso, al que habla y al que escucha.

El humor relaja, distiende, reconduce la atención y, además, ameniza el discurso. Pero como ya he dicho en otras ocasiones “sin abusar”. Nada es bueno en exceso en la comunicación. Un poco de humor no está reñido con un discurso de nivel académico, ni con una exposición crítica ni siquiera con temas trascendentes.

Como decía Mary Poppins “Con un poco de azúcar esa píldora que os dan / La píldora que os dan pasará mejor / Si hay un poco de azúcar / Esa píldora que os dan satisfechos tomaréis.”

Además es bueno saber cuándo administrar esas dosis de humor, cuándo inocular ese subidón de glucosa humorística. Cuando el discurso haya entrado en una fase muy seria, muy profunda y esta pueda resultar demasiado prolongada en el tiempo. También cuando uno aprecie en el auditorio gestos de desconexión (mirar el móvil, bostezar, dibujar en un papel, asentir como el perrito del coche…) en ese momento hay que sacar el conejo de la chistera, tener a mano siempre ese as en la manga, ese recurso “infalible”, ese gag de humor que no falla, ese comentario que provoca una sonrisa y saca del tedio a la audiencia.

“¿A que no saben ustedes lo que me ocurrió el otro día?”. Primer golpe de atención, y luego ya uno suelta el chascarrillo esperando que surja efecto. Porque también hay que ser conscientes de que no a todo el mundo le hacen gracia las mismas gracias. Ese es un riesgo que hay que correr.

Pero en fin, vamos a correr el riesgo:
-Hola, buenas, ¿tienen zapatillas?
-Muy buenas.
-Sí, muy buenas, ¿tienen zapatillas?

Siempre me han gustado los chistes cortos, Eugenio los tenía buenos.

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COMUNICAR CON HUMOR

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