Posiblemente no haya hoy para muchas personas peor situación de pánico que la de sentirse “incomunicados”. Un apagón, quedarte sin batería en el móvil en medio del monte o del desierto, llamar a alguien y que no te coja, ni responda, o que su terminal no dé señal de estar activa, operativa… La nomofobia o el síndrome FOMO son las nuevas patologías relacionadas con la tecnología y su adicción.
Algunos recordamos aquellos tiempos en los que no existía la telefonía inalámbrica. Y qué paradoja, hoy en un mundo de grandes avances de la comunicación es cuando la soledad y la incomunicación suponen uno de los grandes problemas de la humanidad.
Nuestros padres nos mandaban de colonias o campamentos conscientes de que durante una semana, quince días o un mes no tendrían noticias de sus hijos. Entonces sí que tenían claro el principio de “No News Good News” (no hay noticias, buena noticia). Hoy el control parental a veces es enfermizo y si no ves el doble check in en el Whatsapp ya empiezan las jamadas mentales.
Por desgracia, las malas noticias corren rápido, las buenas a veces ni llegan. Hace unos años, en mi ciudad, alguien creó una agencia de “Buenas Noticias”, acabó cerrando, nadie se las compraba. Recientemente ha surgido en Instagram una cuenta @lavozpositiva_es que solo se hace eco de buenas y bonitas noticias. Yo ya me he suscrito por apoyarles.
Pero así de absurda es a veces la vida: todos hambrientos de buenas noticias, pero escuchamos los noticieros para escuchar, y a veces solo oír, malas noticias o deporte.
Pero los creyentes siempre podemos tener a mano la Buena Noticia, el Evangelio, que eso significa. Además, un creyente puede no sufrir de incomunicación nunca si está en conexión con lo trascendente, con Dios, con quienes se fueron antes de nosotros.
Sí, la incomunicación es uno de los grandes problemas del siglo XXI, ni in ni off, nosotros siempre on line. Gracias por seguir conectado conmigo, por aceptar esta propuesta de “darme solo dos minutos”.