La nueva película de Antonio Cuadri se estrena en los cines el 14 de noviembre y nace de la lectura del director de la novela homónima del salesiano José Miguel Núñez, que prendió la llama para poder adaptar al cine la historia de Wentinam, un niño de la calle de la ciudad de Kara, en Togo. A partir de ahí comienza el viaje paralelo, el que realiza el protagonista de la película y el que hace el director que se traslada al lugar de los hechos para rodar esta película que es un viaje existencial, el viaje del héroe.
Este viaje tiene visos de realidad porque, en realidad, la novela se basa en la historia del salesiano José Antonio Rodríguez Bejerano, “le père Antonio” como era conocido en Kara. Como apunta Cuadri, “alguien que dejó huella y sigue siendo recordado por los miles de huérfanos y niños sin hogar de Kara a los que proporcionó la posibilidad de tener una vida digna”.
Partiendo de esta realidad, la ficción nos mete de lleno en la vida de Wentinam y sus innumerables peripecias para sobrevivir como huérfano en medio de una tierra hostil que lo empuja a los márgenes, por un lado, por el señalamiento moral, un niño huérfano es considerado como un niño maldito, y por otro, porque la sociedad no le proporciona medios para poder sobrevivir. Sin embargo, la situación del protagonista cambiará gracias al encuentro con los religiosos salesianos en los que encuentra a la familia que no tiene y que necesita para poder incorporarse a la sociedad.
En los evangelios, Jesús hace los milagros y las curaciones a partir de la fe y tiene como fin poder incorporar a la persona en la sociedad, ayudar a recuperar la dignidad y el lugar que le pertenece. Esa labor expresada en los evangelios la vemos muy bien reflejada en la película a través de la comunidad religiosa que actúa de acompañante en este camino de integración y en el desarrollo del protagonista. En esa comunidad está uno de los descubrimientos de la película. La naturalidad y la sencillez en su descripción, sin efectismos ni subrayados, de una comunidad salesiana que podría ser real. La dirección de los actores, los diálogos y los momentos que comparten entre ellos me parecen todo un descubrimiento. Los padres Antonio, Alfonso, Manuel y Raúl, cada uno con su manera de ser, conforman cuatro personalidades que se complementan y que ayudan a describir una manera de estar en el mundo y en la Iglesia, desde la misión y la entrega personal.
Todo el periplo que realiza el protagonista está rodado con pulso y apoyado por los espacios en los que se desarrolla la acción, ya que fueron rodados en el mismo lugar donde suceden los hechos que se cuentan. Este “viaje del héroe” se explicita en distintos encuentros a través de la familia, los amigos-hermanos, el amor. Los vínculos personales son los que salvan y dan sentido a la vez, a la aventura, que no está exenta de dificultades, de problemas y de dramas. En la película, ocupan el centro de la acción distintos personajes que pivotan alrededor de su protagonista, Wentinam, acompañando y siguiendo su propio viaje, el viaje de la vida que todos, de una manera u otra, hacemos. La película es una oportunidad para sumergirse en una propuesta que propone una historia universal, un desarrollo clásico, un viaje personal y espiritual, donde el héroe es vulnerable como nosotros, necesita la compañía de los demás, el impulso y el apoyo de unas alas protectoras para poder emprender el vuelo del viaje definitivo.
¡No se la pierdan, vayan al cine y disfruten de la historia!


