AUNQUE HAYAN PRESCRITO

Si tienes vocación sacerdotal y has abusado de menores, sé transparente, sal de ahí, ponte en manos de la justicia y no te ordenes presbítero. No eres digno.

Si te proponen para el orden episcopal, y has abusado de menores en tu etapa sacerdotal, sé honesto, comunícalo al papa, denúnciate, sal de ahí y ponte en manos de la justicia. No te lo mereces.

Si eres formador en un seminario o noviciado y conoces casos de abusos, no mires hacia otro lado. Tu silencio te hace cómplice.

Si eres autoridad eclesial y recibes denuncias, no las archives ni las maquilles. Escucha, acompaña y entrega a la justicia civil a quien corresponda. La Iglesia no puede ser refugio de depredadores, sino espacio de sanación y verdad liberadora.

Si eres parte de una comunidad cristiana y sospechas de abusos, no calles por miedo o por respeto mal entendido. La fe no se defiende ocultando la verdad, sino enfrentándola con valentía y justicia.

Si eres creyente y has sido herid@ por estos abusos, tu voz es necesaria. No estás sol@. Tu testimonio puede abrir caminos de justicia y reparación para otr@s que aún callan.

BASTA DE ABUSOS Y MENTIRAS 

Si no sabes mirar a la mujer como igual en dignidad, fuerza y misión, no vales para el camino. La vocación no se mide en rezos vacíos, sino en la capacidad de reconocer en ella como en tod@s el rostro de Dios, la misma luz, la misma voz, la misma entrega. Quien desprecia o hace de menos a la mujer, desprecia también el Evangelio que proclama.

Si no sabes acoger las diferentes orientaciones sexuales y reconocerlas como parte de la riqueza humana, no entiendes de humanidad ni de Evangelio. La fe verdadera no excluye, no señala, no margina: la fe abraza, integra y celebra la diversidad como reflejo del mismo Dios. Quien discrimina, rompe el corazón del Evangelio; quien acoge, lo hace latir en plenitud y con toda su fuerza.

Si los empobrecidos son para ti a quienes hay que aguantar para tranquilizar tu conciencia, mejor quédate en tu casa que lanzarte a la misión. Porque la misión no es un escaparate de caridad ni un gesto para sentirte bien, sino entrega real, solidaridad sincera y abrazo verdadero. Quien usa a los pobres para sentirse bien, traiciona el Evangelio; quien se entrega a ellos como hermanos, lo encarna en plenitud.

Si te atraen los bienes y la vida cómoda, y ya estás ejerciendo la tarea, mejor piensa en dejarla cuanto antes. Porque el Evangelio no se anuncia desde sillones de lujo ni desde la comodidad del poder, sino desde la austeridad que libera, la entrega que se desgasta y la pobreza que se convierte en riqueza del corazón. Quien busca privilegios traiciona la misión; quien abraza la sencillez, la hace florecer en verdad.

BASTA DE ABUSOS Y MENTIRAS 

Que la Iglesia no sea palacio de mármol ni fortaleza cerrada, sino casa de barro y pan compartido, donde la sencillez sea su riqueza y la pobreza su tesoro.

Que sea puerta abierta al viento del Espíritu, donde cada vida pueda entrar y encontrar abundancia, como nos recuerda Jesús en Juan 10,10: “Yo he venido para que tengáis vida, y vida en abundancia”.

Que la Iglesia sea río de agua viva y no estanque de aguas muertas, que fluya hacia los pobres, hacia las mujeres, hacia quienes aman de manera diversa, hacia los que sufren y buscan justicia.

Que sea Iglesia lámpara en la noche, que no se apague ante la oscuridad del mal, sino que ilumine con la coherencia, la consecuencia, la honestidad y la fidelidad a la verdad.

Que sea Iglesia que ama hasta el extremo, que se arrodilla en humildad, que se levanta en sencillez, que se entrega en pobreza, y que abre sus brazos como madre universal para compartir la vida en abundancia que brota de la palabra encarnada de quien se hizo «humanidad» y «Dios con nosotros».

Que la Iglesia en cada hombre y mujer no se aparte jamás de las bienaventuranzas, ni se venda a los poderes que oscurecen la luz del Evangelio. Que denuncie con firmeza todo aquello que traiciona el proyecto de Jesús de Nazaret y que hiere la humanidad tan necesitada de esperanza como nos recuerda este jubileo que nos regaló el papa Francisco «amigo de la humanidad para que todos, todos, todos» «caminemos juntos, juntos, juntos», como nos recuerda ahora el papa León.

¡BASTA DE ABUSOS Y MENTIRAS!

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