Esto de los “días señalados”, frase hecha que repetimos cuando queremos dotar al tiempo de un sentido especial, no es algo especial del tiempo que se acerca. De un tiempo a esta parte, pareciera que hubiera que señalar y etiquetar cada día de manera especial para que no se hunda en el gris de la monotonía. Aquellos a los que le canta Silvio Rodríguez en su canción Sólo el amor, “debes amar, el tiempo de los intentos, debes amar, la hora que nunca brilla y si no, no pretendas tocar lo cierto”. 

Hoy día buscamos lo contrario, señalar, ponerle luz a cada momento, destacarlo, subrayarlo para que su sentido sea un momento para recordar y celebrar algo, y el exceso, una vez más, nos cansa porque también sabemos que los días son mucho menos especiales de cómo nos gustaría que fueran. Pero lo verdaderamente dramático es que no seamos capaces de reconocer los destellos del misterio en esos días que pasan, sin aparente pena ni gloria, pero, a la vez, con toda la gloria dentro, escondida. 

Se acercan unas fechas, las de la Navidad, que están saturadas de tópicos, llenas de experiencias que nos dejan exhaustos y procesos automáticos que repetimos sin más. Como apunta la pensadora Andrea Soto Calderón, habrá que quitar los estereotipos de nuestra manera de vivir la vida. En medio de esos procesos estereotipados, están los encuentros familiares, las comidas de amigos cercanos, los del trabajo, los que apenas vemos, los recién llegados. Y, si es verdad que está bien reunirse en torno a una mesa, lo que no es de recibo es el precio del cubierto que hay que pagar por hacerlo. Nos encontramos con todo el mundo como si no hubiera otras fechas, otros momentos, otros días esparcidos durante el año, para verse. Y repetimos esa costumbre de juntarnos un año más, en medio de un jolgorio colectivo que se reúne para lo mismo y reírnos un rato, comportándonos como si nada hubiera cambiado desde la última vez que nos vimos. A veces, repetimos también el tópico, o la ilusión, de frases hechas como “¡Parece que fue ayer cuando nos vimos!” o “¡Tengo la sensación de que no ha pasado el tiempo!”. movidos por la chispa y vino que fluye en la mesa, pero sintiendo en nuestro interior que apenas reconocemos al otro, con el que compartimos la mesa solo una vez al año y que a medida que pasa el tiempo, cada vez tiene menos que ver con nosotros. Porque vamos cambiando, y porque la vida y los vínculos cambian, y aunque nosotros nos empeñemos en mantener la llama siempre encendida, esa que cantaban los Mecano que “ni con el mar” se apaga, las llamas hay que avivarlas con el encuentro y la presencia. Lo demás, solo son palabras.  

El encendido de las luces se ha convertido en el pistoletazo de salida de estos “Juegos del Hambre” que se abren con el black friday y se cierran con el blue monday. Empezamos excitados y acabamos deprimidos. Buena manera de entender lo que nos espera si queremos visitar todas las casillas. Y el Misterio de la Navidad queda relegado a la periferia, hecho un erial, reducido a mera estética, entre lo kitsch y lo cutre. Una celebración, que en su origen y sentido, sigue estando muy lejos de las compras compulsivas, los regalos excesivos, las cenas que generan unas sobras que nunca se acaban, la ilusión de soñar con ser millonarios y conformarnos con hacer una loa de la salud, las tardes del 24 y 31 de diciembre, los cotillones trasnochados, las cabalgatas de reyes que parecen pasacalles de Carnaval, la alegría impostada, los compromisos, los regalos que se cambian a la mañana siguiente, las rebajas de lo rebajado, la rueda de la vida y del consumo. ¿Cuándo hemos normalizado todo esto?

Y en medio de toda esta algarabía, que cada vez se alumbra con más luces al puro estilo de Las Vegas, el Misterio de la Navidad, permanece en lo escondido y aunque la fiesta toma nombre del Nacimiento, los usos y costumbres que tenemos hoy, no han hecho más que pervertir el valor más sagrado que esconde aquel misterio que se vive en el silencio, en la pobreza y la pequeñez. Quizás sea el momento de volver a lo esencial, de asomarse a ese misterio primigenio que encendía, humildemente, la llama de la esperanza. Ese día señalado que refulgía en medio de lo cotidiano, ese misterio que portaba un mensaje de salvación, de buena noticia, de Evangelio. 

Culture Club

DÍAS SEÑALADOS

Esto de los “días señalados”, frase hecha que repetimos cuando queremos dotar al tiempo de un sentido especial, no es algo especial del tiempo que se acerca.

ver más »
Culture Club

EL VIAJE DEL HÉROE

La nueva película de Antonio Cuadri se estrena en los cines el 14 de noviembre y nace de la lectura del director de la novela homónima del salesiano José Miguel Núñez.

ver más »
Culture Club

ADOLESCENCIA INFINITA

Todos adolecemos de algo, a todos nos falta algo. Todos anhelamos más, deseamos más. Y en ese equilibrio entre lo que adolecemos y lo que deseamos, se nos va la vida. 

ver más »