I Domingo de Adviento

Fecha/Hora
03 Dic
Todo el día

Categorías


Primera lectura: Isaías 63,16c-17.19c;64,2b-7
Salmo 79
Segunda lectura: 1Corintios 1,3-9
Evangelio: Marcos 13,13-37
«Todo el mundo os odiará por causa mía, pero el que permanezca firme hasta el fin, se salvará.
Cuando veáis el horrible sacrilegio en el lugar donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, que huyan a las montañas; y el que esté en la azotea de su casa, que no baje ni entre en ella a sacar nada; y el que esté en el campo, que no regrese ni siquiera para recoger su ropa. ¡Pobres de las mujeres que en aquellos días estén embarazadas o tengan niños de pecho! Pedid a Dios que esto no suceda en invierno, porque serán días de un sufrimiento como nunca lo ha habido desde que Dios hizo el mundo, ni lo habrá después. Y si el Señor no acortara aquel tiempo, nadie se salvaría. Pero lo ha acortado por amor a los suyos, a los que ha escogido.
Si alguien os dice entonces: “Mirad, aquí está el Mesías” o “Mirad, allí está”, no lo creáis. Pues vendrán falsos mesías y falsos profetas, y harán señales y milagros para engañar, a ser posible, incluso a los que Dios mismo ha escogido. ¡Tened cuidado! Todo esto os lo he advertido de antemano.
Pero en aquellos días, pasado el tiempo de sufrimiento, el sol se oscurecerá, la luna dejará de dar su luz, las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestiales vacilarán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en las nubes con gran poder y gloria. Él enviará a sus ángeles y reunirá a sus escogidos de los cuatro puntos cardinales, desde el último rincón de la tierra hasta el último rincón del cielo.
Aprended esta enseñanza de la higuera: cuando sus ramas se ponen tiernas y empiezan a brotar las hojas, comprendéis que el verano está cerca. De la misma manera, cuando veáis que suceden esas cosas, sabed que el Hijo del hombre ya está a la puerta. Os aseguro que todo ello sucederá antes que haya muerto la gente de este tiempo. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni aun los ángeles del cielo, ni el Hijo. Solamente lo sabe el Padre.
Por tanto, permaneced despiertos y vigilantes, porque no sabéis cuándo llegará el momento. Esto es como un hombre que, a punto de irse a otro país, deja a sus criados al cargo de la casa. A cada cual le señala su tarea, y ordena al portero que vigile. Así que permaneced despiertos, porque no sabéis cuándo va a llegar el señor de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la mañana. ¡Que no venga de repente y os encuentre durmiendo! Y lo que os digo a vosotros se lo digo a todos: ¡Permaneced despiertos!».