Lecturas del Domingo 1º de Cuaresma – Ciclo A

Fecha/Hora
26 Mar
Todo el día

Categorías


Primera lectura: Ezequiel 37,12-14

Salmo 129

Segunda lectura: Romanos 8,8-11

Evangelio: Juan 11,1-45

Un hombre llamado Lázaro había caído enfermo. Era natural de Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. Esta María, hermana de Lázaro, fue la que derramó perfume sobre los pies del Señor y los secó con sus cabellos. Así que las dos hermanas enviaron a decir a Jesús:

— Señor, tu amigo está enfermo.

Jesús dijo al oírlo:

— Esta enfermedad no va a terminar en muerte, sino que ha de servir para mostrar la gloria de Dios y también la gloria del Hijo de Dios.

Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro; sin embargo, cuando le dijeron que Lázaro estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde se encontraba. Después dijo a sus discípulos:

— Vamos otra vez a Judea.

Jesús, al llegar, se encontró con que ya hacía cuatro días que habían sepultado a Lázaro. Cuando Marta supo que Jesús estaba llegando, salió a recibirle; pero María se quedó en la casa. Marta dijo a Jesús:

— Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero aun ahora yo sé que Dios te dará cuanto le pidas.

Jesús le contestó:

— Tu hermano volverá a vivir.

Marta le dijo:

— Sí, ya sé que volverá a vivir cuando los muertos resuciten, en el día último.

Jesús le dijo entonces:

— Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y ninguno que esté vivo y crea en mí morirá jamás. ¿Crees esto?

Ella le dijo:

— Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.

Jesús, al ver llorar a María y a los judíos que habían llegado con ella, se sintió profundamente triste y conmovido, y les preguntó:

— ¿Dónde lo habéis sepultado?

Le dijeron:

— Señor, ven a verlo.

Y Jesús lloró. Los judíos dijeron entonces:

— ¡Mirad cuánto le quería!

Pero algunos decían:

— Este, que dio la vista al ciego, ¿no podría haber hecho algo para que Lázaro no muriese?

Jesús, otra vez muy conmovido, se acercó al sepulcro. Era una cueva que tenía la entrada tapada con una piedra. Jesús dijo:

— Quitad la piedra.

Marta, la hermana del muerto, le dijo:

— Señor, seguramente huele mal, porque hace cuatro días que murió.

Jesús le contestó:

— ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?

Quitaron la piedra, y Jesús, mirando al cielo, dijo:

— Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que siempre me escuchas, pero digo esto por el bien de los que están aquí, para que crean que tú me has enviado.

Habiendo hablado así, gritó con voz fuerte:

— ¡Lázaro, sal de ahí!

Y el muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas y envuelta la cara en un lienzo. Jesús les dijo:

— Desatadlo y dejadle ir.

Al ver lo que Jesús había hecho, creyeron en él muchos de los judíos que habían ido a acompañar a María.