«El agua que yo daré brotará en él como un manantial de vida eterna» Juan 4,5-42

Invocación al Espíritu Santo

Ven Espíritu Santo,
ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad
para entender lo que el Padre quiere decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo.
Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y se haga vida en nosotros.
Amén.

LECTURA (¿Qué dice el texto?)
Estudio bíblico del texto

Este conocido pasaje del diálogo entre Jesús y la samaritana tiene, como todos los textos de Juan, mucha reflexión y mucho contenido. La Iglesia nos propone en esta Cuaresma tomarlo para prepararnos sinceramente de forma integral para celebrar la Pascua. Tomaremos solo algunas ideas principales.
En el capítulo anterior, un fariseo, un hombre conocedor de la Ley, se acerca a Jesús, pero ahora es una mujer de un pueblo que, por haber permitido que en sus lugares se levantaran altares a dioses extranjeros, era despreciado por los judíos. Los samaritanos y los judíos no se hablaban; de hecho, la mujer se lo reprocha a Jesús.
Jesús rompe con esas barreras culturales, va en busca de las personas concretas, sin importar la raza, la religión o el estado. Le importa cada uno y su salvación. Le busca conversación, le pide que le dé de beber, cosa que sorprende a esta mujer, porque no debería hablar con ella un judío. Pero Jesús dice la frase central y fundamental: «¡Si conocieras el don de Dios!». Él se va presentando ante la mujer. Y le explica que tiene un agua nueva, un agua viva que llega hasta la vida eterna. La mujer obviamente ve que él no tiene cómo sacar agua. Pero va abriendo su corazón al diálogo.
Y ahora ella le pide que le dé de esa agua.
Jesús le dice que llame a su marido y como ella responde que no tiene marido, Jesús le cuenta su historia personal: cinco maridos has tenido y ahora el que tienes, no es tu marido. Es algo muy fuerte para ella, por eso desvía la atención inmediatamente, para no quedar más al descubierto. Y le pregunta sobre el lugar donde hay que adorar a Dios (¿será en Jerusalén o será allí en el monte Garizím?). La habilidad de la mujer para desviar la conversación da a Jesús una nueva respuesta importante: «los que dan culto auténtico adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque esos son los adoradores que busca el Padre. Dios es Espíritu y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y verdad»
(versículos 23 y 24).
Es aquí donde Jesús le dice con claridad que Él es el Mesías. Y llegando los apóstoles, ella fue al pueblo a contar lo ocurrido: este que le ha dicho toda su vida ¿no será el Mesías? Jesús se vale de una mujer forastera para que vaya a anunciar que Jesús es el Señor, el Mesías esperado. La mujer se transforma de incrédula, en creyente dudosa, en creyente ferviente y luego en misionera.
Los apóstoles ruegan a Jesús que coma, pero Jesús dice otra cosa fundamental: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y concluir su obra» (versículo 34). Al finalizar el texto, los del pueblo vienen, se encuentran con Jesús y creen en Él. No son judíos, son samaritanos, pueblo que estaba peleado con los «oficialmente salvados israelitas».
Ahora creen porque han visto y escuchado a Jesús. Pero se necesitó el servicio invaluable de esta mujer samaritana.

Reconstruimos el texto

  • ¿Cómo comienza el texto? ¿En qué lugar se sitúa?
  • ¿Qué hace Jesús y con quién dialoga?
  • ¿Quién comienza a dialogar? ¿Qué le responde la mujer? ¿Por qué Jesús no debía hablarle?
  • ¿Cuál fue la respuesta central de Jesús?
  • ¿Qué es lo que la samaritana le pide al Señor?
  • Jesús le dice que llama a alguien. ¿A quién? ¿Qué le respondió?
  • ¿Cómo reaccionó la mujer ante la respuesta del Señor?
  • ¿Cuál fue la pregunta que desvió la conversación? ¿Qué contestó Jesús?
  • ¿Qué hizo luego la mujer, a quién fue a buscar?
  • ¿Qué le pedían los discípulos al Señor? ¿Qué contestó Jesús?
  • ¿Quiénes llegaron finalmente y qué reconocieron en Jesús?

MEDITACION (¿Qué me / nos dice el texto?)

Para profundizar el texto nos hacemos unas preguntas.

  • ¿Reconozco que Jesús es quien toma la iniciativa de acercarse a mi vida?
  • Al igual que la samaritana, ¿creo que Jesús no debería dirigirse a mí?
  • Cuantas veces está Jesús cerca de mí, ¿reconozco el don de Dios? ¿Lo dejo pasar?
  • ¿Soy consciente que en muchas ocasiones mi vida es como beber un agua que me vuelve a dar sed y estoy lejos del agua viva?
  • ¿Me acerco a Jesús para pedirle que me dé el agua viva, es decir, su vida, su cercanía?
  • ¿Qué implica en mi vida que el verdadero adorador lo hace en espíritu y en verdad? ¿Cómo vivo esta forma de adorar a Dios?
  • ¿Mi encuentro con Jesús me lleva, como a la samaritana, a anunciarlo a todos?
  • ¿Podría decir cuál es el paso que me falta para transformarme de creyente, en seguidor, y de seguidor en misionero?
  • ¿Cuál es la voluntad del Padre que también puede transformarse en mi alimento?
  • Ahora que ya estoy con Jesús y creo en Él, ¿cómo puedo definir un proyecto para anunciarlo a todos mis hermanos que necesitan conocer sobre Él?

ORACIÓN (¿Qué le digo/decimos al Señor?)

Orar es responderle al Señor que nos llama. No solo pedirle nuestras necesidades. Él las conoce, Él sabe. Pero nosotros necesitamos devolver el diálogo de la propuesta de su Palabra.

Gracias Señor por tu Palabra salvadora.
Gracias porque cuando no te conocíamos tú viniste a nuestra vida.
Gracias por ofrecernos un agua viva.
Te pedimos perdón por todas las veces
que queremos saciar nuestra vida con un agua que nos vuelve a dar sed
y nos olvidamos que solo tú puedes saciar nuestra vida completa.
Ayúdanos, Señor, te necesitamos. Queremos estar contigo.
Muchas veces tenemos miedo que al acercarnos a ti,
tú nos recuerdes nuestros pecados,
muchos de ellos son reincidentes y no queremos cambiarlos.
Perdón, Señor, por esto.
Me doy cuenta que tú quieres darme vida en abundancia,
que me enseñas que para orar y estar cerca de ti
no es necesario tantos gestos externos, sino serlo en espíritu y en verdad.
Enséñame cómo ser auténtico y mostrar con mi vida que en ti creo, Señor.
Dame la gracia de cumplir con la voluntad del Padre,
de buscar primero hacer esta voluntad,
para dedicarme luego a las cosas de este mundo.
Que también tenga la fuerza
para ir a llevar tu Buena Noticia a mis hermanos,
que no esconda la amistad que tú me das, sino que la comparta,
que entusiasme con tu vida, para que también los demás puedan decir:
ahora creemos porque hemos vivido con el Señor.
¡Amén!

CONTEMPLACIÓN (¿Cómo interiorizo el texto?)
Contemplar es quedarse con la idea central del texto. Ir como masticándola no solo en nuestra mente sino en nuestro corazón, para que vaya haciéndose vida en mi propia vida. Te propongo que repitas muchas veces esta frase del texto del Evangelio de hoy: «El agua que le daré se convertirá dentro de él en manantial que brota dando vida eterna» (versículo 14).

ACCIÓN (¿A qué me comprometo?)
Si la Palabra leída, meditada, orada y contemplada, no se traduce en una acción concreta que cambie mi vida, que me transforme, que me haga diferente… entonces no ha sido completamente escuchada, ni ha entrado a formar parte de mi nueva vida en Cristo. Por eso proponemos:

  • Si estás solo: relee el texto muchas veces y fíjate dónde te sientes más interpelado. Ahora, como la samaritana, ve a buscar a algún amigo/a para compartirle la Buena Noticia. Es posible que tengas temor, eso es lo que importa, que puedas vencer el temor al qué dirán. Y trata de invitar a seguir a Cristo y su Iglesia a quien vayas como misionero. Tómalo como un ejercicio cuaresmal.
  • Si estás en grupo: fíjate en todas las formas que tenemos para dirigirnos al Señor, y veamos la síntesis que dice: los verdaderos adoradores del Padre lo serán en espíritu y en verdad. Como grupo, convencidos del amor de Jesús, hacemos una visita a personas que sufren, a enfermos, ancianos, prisioneros… para poder demostrar públicamente el amor de Jesús para todos.Hno. Ricardo Grzona, frp
Lectio divina

«Hoy tengo que alojarme en tu casa» Lucas 19,1-10

El pasaje que vamos a leer es una de las obras maestras del evangelio de Lucas. En él Zaqueo se convierte de «buscador» en «buscado». Jesús siempre toma la iniciativa, se invita a entrar en nuestra casa y espera que le reconozcamos como el «Señor».

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Lectio divina

«Ahí tienes a tu madre» Juan 19, 25-27

Una de las creencias cristianas más arraigadas entre nuestro pueblo es la de María como Madre de Jesús y Madre nuestra. Una certeza de fe nos lleva a afirmar que la mujer que estuvo siempre al lado de su hijo, incluso en los momentos más difíciles, no puede abandonar a quienes, como dice san Pablo, somos hijos en el Hijo.

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