Nacen de la necesidad de contar el descubrimiento más vital de la experiencia del ser humano: verbos esenciales que emergen tras una experiencia cercana a la muerte y, por lo tanto, desde la valoración de la vida con mayúsculas. Están escritos no solo para ser leídos sino para ser reflexionados, cuestionados y asumidos por cada uno de nosotros. Verbos que sugieren pensamientos:

  • El verbo, la palabra en acción, la palabra que acciona, sugiere, grita, pide y emociona nace de la necesidad de decir.  Desde muy temprana edad sabemos lo que necesitamos en cada momento: comer, dormir, ser abrazados…. El verbo nace de la esperanza, de ser capaces de nombrar el deseo y que este se haga realidad. Solo con él podemos vivirnos y convivir. La diferencia reside en preguntarse, en algún momento, qué tipo de vida queremos , si preferimos hacerlo satisfaciendo nuestras necesidades más inmediatas o si queremos también sentir en profundidad cada realidad que nos acontece. 
  • El verbo nace de la sencillez en la comunicación. El niño señala con el dedo hacia el objeto para satisfacer la necesidad: comer, beber, tocar, agarrar, dormir, etc.  Sabemos, desde un principio, sin que nadie nos haya enseñado antes, lo que necesitamos, aunque los matices vengan después. Estos matices añadidos, por supervivencia, con el crecimiento, la madurez y la socialización a menudo vienen acompañados por el miedo ante la inseguridad de no ser entendidos y aceptados. 
  • Cada uno de los verbos importantes en nuestro día a día vive en la realidad de cada uno de nosotros, vive en mí para luego ser compartido con los demás. Sin ese juego que va desde lo interior a lo exterior no puede ser, el verbo, en autenticidad. Nacen de mi mismo para ser para otros, para ser vividos con otros. Son verbos que hablan de mí en presente y en presente futuro que quiero seguir siendo.
  • Los que nos han enseñado desde la más tierna edad se han hecho carne en la vida de las personas que nos han amado y también en los que no nos han apreciado. Estaban en aquellos que admirábamos y en aquellos que rechazábamos. Quizá hayan permanecido siempre agazapados, gestándose poco a poco con el paso de los años, madurando en el silencio y emergiendo cuando hubo silencio. Quizá han sido deslizados en cada abrazo o caricia o beso o también en cada grito airado.
  • La lista podría ser infinita pero, si los tomamos en serio, unos pocos sobreviven. Algunos de ellos se presentan con grandes aspavientos y brillan solo circunstancialmente. Otros están escondidos en frascos pequeños, los verdaderos verbos de nuestra vida, los que llenan con su fragancia todas las estancias de nuestra cotidianidad, todos los rincones de nuestra alma para siempre. Estos verbos, pequeños, son las joyas más valiosas, en las que descubrimos la delicadeza del tiempo y de la paciencia, la entrega y la sencillez. 
  • Legamos verbos cada día a las personas que amamos, los verbos que hablan de un yo que se transforma en un nosotros indisoluble. Son estos los verbos que nombraremos en la experiencia, para ser verdad en nuestra vida. Los que descubrimos, a veces, después de un tiempo de agonía y luego descubren la luz.
  • Los verbos que ahora vas a reconocer son también tuyos porque hablan de tu infancia, como hijo o hija, como nieto o nieta, como primo o prima, como amigo o amiga, como novio o novia, pero también los que aprendiste cuando creciste, como hermano o hermana, como alumno o alumna, como padre o madre o como hijo o hija que seguías siendo.
Los verbos de la vida

PROYECTARSE

Por mucho que lo intentes, no te puedes desprender de ti, de tus impulsos, tus contradicciones ni de tu propia historia.

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Los verbos de la vida

PREGUNTARSE

¿Por qué no vivir de verdad? Como en este tiempo de descanso. ¿Por qué no preguntarse y preguntar?

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Los verbos de la vida

MIRARSE

Las etiquetas nacen de la ceguera. Surgen de la imposibilidad de ver los matices de los demás porque no se es capaz de ver los de uno mismo.

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