Estoy muy cerca de perder
Y aunque no sé muy bien el qué
Lo noto cada vez más lejos, 

casi no lo puedo ver
Así que manda una señal
Algo que sirva como luz

Cuando los Supersubmarina tuvieron el terrible accidente de coche, yo vivía en Úbeda y atendía también la iglesia de la Concepción de Baeza, por eso viví la conmoción de un accidente desde muy cerca, a través de gente que los conocía, que eran incluso parientes de ellos. La cosa en los inicios pintaba mal, pero la perseverancia, la luz y la vida los ha traído hasta aquí. Hoy, domingo de resurrección, leo con avidez el reportaje de Fernando Navarro para El País y la entrevista en video, espero su libro y escucho sus temas. 

Me hice fan a posteriori, cuando conocí la noticia, y aún hoy escucho su música y espero el futuro. Dicen en la entrevista «que reman hacia un nuevo disco» y que, si se da, estupendo, pero que, si no se da, tampoco pasa nada. Son cuatro amigos que vuelven a recuperar la amistad después de la tormenta, unidos por el dolor, la culpa y el desastre. La vida les azotó fuerte cuando estaban arriba del todo. Ahora, cuando han pasado todas estas cosas me interesan y me interpelan como personas. Que esperen la recuperación del «chino», que no tengan prisa por el futuro, que recuperen la infancia y la amistad que les unió, me conmueve. Un regalo de Pascua, una epifanía. 

Después de Semana Santa me subí con un amigo de mi pueblo hasta Madrid. A veces, estos cambios que te de la vida (porque me iba a subir en tren desde Sevilla) me han posibilitado pasar por la sierra de Huelva que estaba bellísima después de esta Semana Santa tan lluviosa. Con Félix, que así se llama este amigo, hemos compartido juntos muchos momentos de encuentro juvenil y de ideales primeros. En la conversación, que duró casi todo el recorrido, nos pusimos al día de muchas cosas y salieron a colación los Supersubmarina y la presentación que iban a hacer en Madrid. Y como quien no quiere la cosa, antes de terminar el viaje ya teníamos una entrada para acompañar al grupo ese día, en el Teatro Pavón en el barrio de La Latina, para el jueves siguiente. 

Cuando los miembros del grupo entraron al teatro vivimos un momento de emoción que roza la alegría de celebrar la vida. Un momento que se alargó casi cinco minutos con un aplauso unánime y caluroso de todos los que los acompañábamos ese día. Su familia, sus amigos, los fans, y la gente de la industria y de la prensa. Todos aplaudíamos y celebrábamos el volver a reencontrarnos con ellos. Y aunque no tocaron música, no hizo falta, porque la armonía de los acordes vitales puede componer la más bella de las sinfonías. No hace falta más que esas ganas de seguir viviendo, la esperanza de ir logrando paso a paso pequeñas metas, que antes eran cotidianas y ahora se presentan casi como alcanzar la cima más alta. La conversación conducida por el gran Aimar Bretos hizo un repaso por su vida, por su experiencia vital en el accidente, por los sueños rotos y los sueños de futuro. Un brindis a la vida que Juanca se encargó de subrayar después del aplauso: “Hemos venido para pasar un buen rato con vosotros, para celebrar la vida”. Pues en eso se cifra la vida, en compartir los momentos rodeados de amigos y de personas que te hagan la travesía más cómoda. Me queda leer su experiencia para terminar este acercamiento y seguir escuchándolos con devoción y con cierta nostalgia. 

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