En Termodinámica se dice que una reacción es exotérmica cuando libera energía y es endotérmica cuando absorbe energía. Diciéndolo de esta forma tan fácil parece que las endotérmicas son reacciones “costosas”, en las que hay que hacer un aporte energético, mientras que las exotérmicas parecen “gratuitas”, solo la liberan. Pero realmente no es así. Todas estas reacciones necesitan que se les dé energía para que empiecen a marchar, incluso las exotérmicas. En el caso de estas últimas, a diferencia de las otras, liberan más de la que absorben.
Todo este “aporte energético” inicial (sea en la reacción endotérmica o en la exotérmica) es necesario para alcanzar un estado de máxima energía por el que tiene que pasar una reacción forzosamente. Se llama complejo activado o estado de transición. Imaginad que es como el pico de una montaña. A ambos lados del pico están las laderas. Una montaña simétrica sería aquella en que ambas laderas tienen la misma longitud, de tal manera que partiríamos de una determinada altura para subirla (por ejemplo, el suelo) y, una vez bajada, volveríamos a la misma altura desde la que comenzamos (regresaríamos al suelo).
Imaginemos ahora dos cosas:
- la primera, que la ladera de la derecha fuera un tobogán que facilita la bajada deslizándote cómodamente por él;
- y la segunda, que la montaña no es simétrica, sino que una ladera es más larga que la otra.
Cuando la ladera de la izquierda de la cima es más corta que la del tobogán, el recorrido que tenemos que hacer hasta ese punto más alto es más pequeño que el que habría que hacer al bajar en el tobogán. Si la ladera de la izquierda es la más larga, ocurriría lo contrario: el trayecto de subida es mayor que el de bajada. Podríamos decir que en este segundo caso es demasiado el esfuerzo que hay que hacer para el poco “disfrute” del tobogán que vamos a tener. No nos compensaría hacer esa subida, ¿no?
Pues bien, trasladando este ejemplo a una reacción, diríamos que las primeras serían las reacciones exotérmicas, y las segundas serían las endotérmicas. En ambas reacciones hay que “escalar” hacia el complejo activado o “cima”, pero en las exotérmicas hay que escalar menos que en las otras. Pues nuestra experiencia de fe podríamos decir que es una mezcla de proceso endotérmico y exotérmico.
Recordemos aquello de “entrar por la puerta estrecha”, “cargar con la propia cruz”, la “travesía” del hijo pródigo… Todo parece resultar demasiado costoso para alcanzar la misericordia, la paz, la felicidad.
Pero, ¿qué pasa después de la puerta estrecha, de la cruz, del hijo pródigo perdido, de ser la oveja perdida del rebaño? Que, tras el dolor, el esfuerzo de pasar por esos apuros (la subida de la cuesta), realmente hay recompensa al otro lado.
Dios siempre sorprende y devuelve el ciento por uno. Su amor, que rebosa, que devuelve infinitamente la energía que gastamos en nuestras penalidades, que compensa con una dicha que no creemos merecer, hace de nuestra fe un “proceso más exotérmico que endotérmico”, por mucha energía, esfuerzo y apuros por los que se haya tenido que pasar.
Así que hoy, que llevo todo el día pensando en esto de las montañas y en el subir y bajar, en los esfuerzos y en qué merece la pena o no, prefiero dejar a un lado mis cálculos y probar a ponerme en manos de Dios. Ya está. Pongo en sus manos todos mis dramas, comeduras de coco y preguntas sin respuesta. Él sabrá qué hacer con mis montañas.