Sifrá y Puá: heroínas bíblicas
Seguimos hablando de mujeres bíblicas, no necesariamente “protagonistas” de grandes relatos o relatos litúrgicos o conocidos en los ámbitos cristianos.
A propósito de la celebración de la Navidad, que conmemora el nacimiento de Jesús en el marco, según el evangelio de Lucas, de un edicto de matar a todos los niños menores de dos años por temor a que entre ellos estuviera el Mesías, presentamos este relato que aparece en el libro del Éxodo 1,15-22.
¿Quiénes son Sifrá y Puá?
Sifrá y Puá son descritas como dos valientes parteras que fueron las destinatarias directas de una orden infanticida emitida por el rey de Egipto. Son descritas como comadronas, cuyo oficio se define como «asistir partos». El acento del relato no está puesto en la manera en que desempeñan su oficio, sino en su actuar movidas por el temor de Dios. Su oficio implicaba el poder de decidir sobre la vida y la muerte de esos niños que apenas nacían.
Probablemente eran mujeres mayores con mucha experiencia en el parto, y a menudo eran posmenopáusicas o esclavas. El hecho de ser posmenopáusicas añade una ironía, pues si bien la naturaleza no les permitía dar a luz, seguían dando vida por oficio y convicción religiosa. A diferencia del rey de Egipto, quien es anónimo, Sifrá y Puá poseen nombres, lo que indica que son alguien relevante con una misión. Sus nombres son semíticos. Además, se «hicieron un nombre mediante sus actos». La cuestión de su nacionalidad está debatida, ya que el texto masorético permite interpretarlas tanto como parteras hebreas, como parteras que asistían a las hebreas (egipcias). Sin embargo, la tradición rabínica y algunas leyendas hebreas las asociaron con Yoquébed y Miriam. Lo importante es que el relato se enfoca en su toma de posición por los niños a pesar de poner en riesgo sus propias vidas.
Son consideradas heroínas bíblicas (como Débora, Judit y Ester) que rompen los estereotipos culturales de su época. De ahí que el aporte de Sifrá y Puá fue absolutamente decisivo, ya que su valiente e inteligente actuación impide el asesinato de los varones hebreos recién nacidos y se transforma en la causa de bendición y crecimiento del pueblo, llegando a salvar, al hilo de lo relatado en el libro del Éxodo, al propio Moisés, personaje clave en la historia de salvación.
En el contexto patriarcal y andocéntrico que hemos descrito, encontramos el primer acto de desobediencia civil. Sifrá y Puá desobedecieron al faraón porque «tenían temor de Dios». El temor de Dios las llevó a defender la vida, mostrándose como un modelo de santidad mediante la obediencia a Dios que, a veces, implica la desobediencia y resistencia a órdenes de la muerte. Su negativa a cumplir la política genocida es considerada el «primer acto de ‘desobediencia civil’ de la Historia de Salvación» y el comienzo de la liberación que narra el Éxodo. Ellas posibilitaron el futuro del pueblo judío.
Las parteras mintieron y se burlaron del faraón, inventando un argumento irónico que afirmaba que las mujeres oprimidas (las hebreas) eran más vigorosas que las egipcias. Esto puede ser considerado un acto de solidaridad femenina o sororidad. La complicidad salvadora entre ellas y otras mujeres (la parturienta, familiares) fue un acto valiente de piedad que saltó por encima de las leyes injustas. La lucha se desarrolló en lo oculto y doméstico, usando su oficio, no armas, para vencer al faraón.
Por haber defendido la vida, Dios las premió con descendencia. El hecho de que Dios «les hizo casas» implica que se les concedió descendencia, casas o familias. Esta recompensa fue tan significativa que la literatura rabínica las asoció con las casas reales, levíticas y sacerdotales de Israel, un uso político que pone de manifiesto la densidad simbólica de estas como heroínas populares.
En resumen, Sifrá y Puá son figuras emblemáticas que demuestran la confrontación entre poder versus debilidad, muerte versus vida, opresor versus oprimidas, y cuyo coraje y fe fueron el cimiento moral de la liberación de Israel de la esclavitud egipcia.
Luego veremos mujeres que sobresalen en lo público, por ahora, resaltemos la labor que estas mujeres, y cientos de ellas, hicieron y hacen hoy en el ámbito de lo privado, en sus propias vidas, con sus hijos, sus esposos, sus familias, su diario quehacer.


