LA TEOLOGÍA DE LA LUZ EN EL PSUDO-DIONISIO

La luz resulta un elemento visual que es capaz de transmitir un mensaje vigoroso en quien la contempla, de tal manera que parece que habla, que insinúa realidades trascendentes y que nos lleva hasta lo sobrenatural; es lo que podríamos conceptuar como metafísica de la luz[1]. Resulta evidente, que nuestro abad de Saint-Denis puso en piedra aquello que había leído en diferentes escritos. En este sentido, podemos argumentar que son dos los autores que influyeron en Suger para llevar a término su representación de la luz. La misión de Suger no era otra que la de restaurar la antigua iglesia y reconstruir las naves laterales, pero quiso hacer algo más: «materiam superabat opus»[2].

El Antiguo Testamento ,y sobre todo, el libro de la Sabiduría, nos hablan de Dios como luz, porque la gloria de Dios es «un reflejo de la luz eterna» y creada (Sab 7,27.29); este simbolismo lo encontramos más desarrollado en el Nuevo Testamento, sobre todo en el cuarto evangelio: «Mientras estoy en el mundo soy la luz del mundo» (Jn 9,5). La luz que resplandece en Cristo es la luz de la gloria de Dios, que se refleja en el Hijo.

«La luz es para Juan la verdad, que en Jesús se ha hecho de nuevo accesible al hombre; las tinieblas son la mentira, que es la situación real del hombre antes de Jesucristo, pues el hombre, de una u otra forma, vive siempre contra la verdad. La alegoría de la luz queda así radicalmente desnaturalizada y, al mismo tiempo, elevada a la más alta significación» [3].

Para el Pseudo-Dionisio esta luz pura, que es la Divinidad, puede ser vislumbrada a través de la luz que poseen las criaturas, las luces materiales que transbordan hasta la luz inmaterial. Y es aquí, donde este autor introduce su concepto de emanación o de participación de los seres en la imagen invisible de Dios.

«Para Dionisio, la belleza consiste en armonía y resplandor. La luz no es una añadidura extrínseca de belleza (aunque el sol hace resaltar esta belleza), sino que pertenece a la sustancia misma de la belleza» [4].


[1] J. M. Medina del Rio y Mª Josefa Cassinello Plaza, «La luz gótica. Paisaje religioso y arquitectónico de la época de las catedrales», Hispania Sacra LXV (2013), 95-126.

[2] Suger, Liber de Rebus in Administratione, 5.

[3] J. Ratzinger, «Luz» , en Conceptos fundamentales de teología, I, Madrid, 1979, 951.

[4] E. De Bruyne, Historia de la Estética, Madrid, 1963, 262.