MUJERES DE MANTILLA: SEGUIMIENTO A CARA DESCUBIERTA

«Muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para asistirlo, contemplaban la escena desde lejos» (Mt 27,55). El seguimiento de Jesús es expresión de la continua conversión a su mensaje y a su vida por parte de todos los cristianos. Seguirlo o no es una decisión vital que aparece en algún momento de la existencia de cada creyente y que estructura radicalmente la vida del cristiano y de las comunidades; es una opción que nace de la fidelidad de Dios para con Jesucristo y de la llamada recibida por cada uno de nosotros, de llevar adelante la obra de comunión y de salvación para la que está destinada toda la humanidad. Cada comunidad y cada cristiano deben revivir los momentos fundamentales de la vida de Cristo y recordar las palabras más significativas de Jesús, para tener los datos esenciales con los cuales poder discernir el camino por el cual se puede realizar el seguimiento.

Al pie de la cruz de Jesús se encuentran aquellos que han sido llamados a transmitir al mundo la herencia de Jesús: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». María se convierte así en la figura de los que prestan oídos a la salvación y la hacen llevar a todos. Para muchos teólogos, la Iglesia nace en esta palabra fundadora de Jesús, en la que la primera creyente se hace cargo del Discípulo Amado, prototipo de todo seguidor de Jesús. Los discípulos ya no están huérfanos; pertenecen a la comunidad creyente que María simboliza y que tiene un programa concreto que llevar a cabo: es el amor lo que une a Jesús con el discípulo, algo explicitado en el momento en que Juan la recibe como su nueva madre.

El cuarto evangelio da mucha importancia a la permanencia en el marco general del seguimiento de los discípulos. El discípulo amado iba caminando en la fe, detrás de Jesús y, de alguna manera, detrás de Pedro, pero debe «permanecer». El discípulo lo hace a través del evangelio, que lo considera como su garante fidedigno y María permanece en la Iglesia, como representante del nuevo pueblo mesiánico, donde los lazos de carne y sangre son supuestos, y María puesta por encima de ellos. La obra de Jesús es presentada como una nueva creación que comienza en la cruz. Al pie de la cruz, donde está colgado el hombre nuevo, permanece la mujer nueva que representa a la nueva comunidad mesiánica y salvífica que inaugura la relación con el Discípulo Amado.