LA CONVERSIÓN DE SAULO (HCH 9,1-9) (II)

Saulo preguntó: ¿Quién eres, Señor? (v. 5a).

El título “Kyrios” (Señor) que usa Saulo para dirigirse a la voz que le interroga alude al conocimiento de que se trata de una manifestación divina.

Lucas usa este título en 104 ocasiones en el evangelio y 107 en Hechos, haciendo referencia tanto a Dios como a Jesús glorificado.

Aquí alude a Jesucristo.

La voz respondió: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. (v. 5b).

La expresión “Yo soy” continúa el paralelismo con la teofanía del Sinaí: es el nombre que Dios se da a sí mismo.

Se trata del Resucitado.

El nombre propio “Jesús” aclara al lector que el evangelista se refiere tanto al Jesús terreno (protagonista del evangelio) como al Jesús glorificado (protagonista de Hechos).

Levántate, entra en la ciudad y allí te dirán lo que debes hacer (v. 6).

El mandato de levantarse tiene dos dimensiones complementarias.

  • Se pone fin a la visión con un gesto que implica el paso a la acción. Toda vocación lleva aparejada una misión; el texto no lo dice, pero el lector conoce que se trata de llevar el nombre de Jesús a los gentiles. Al profano puede resultar curioso que Dios elija al perseguidor, pero la elección es exclusiva de la iniciativa divina.
  • Se hace consciente al protagonista de la ceguera que le ha sobrevenido.

Los hombres que lo acompañaban se detuvieron atónitos; oían la voz, pero no veían a nadie (v. 7).

Los acompañantes tienen una sensación diferente: oyen pero no ven.

La cristofanía es una experiencia exclusiva de Saulo y no puede ser compartida por los demás.

Sin embargo, los compañeros sí que notan un cambio en la actitud de Saulo: la vocación debe cambiar algo.

Saulo se levantó del suelo, pero, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada; así que lo llevaron de la mano y lo introdujeron en Damasco (v. 8).

La ceguera es la expresión corporal de la falta de luz interior; es debilidad de quien se creía fuerte.

La ceguera de Saulo es la expresión teológica del primer paso en el proceso de conversión porque todavía no conoce la identidad profunda del Resucitado.

Necesita el Bautismo y la imposición de manos de Ananías.

El momento recuerda al pasaje del camino de Emaús.

Donde estuvo tres días sin ver y sin comer ni beber (v. 9).

El ayuno estricto señala que Saulo tiene necesidad e intención de prepararse para la nueva actividad que le espera.

Los tres días evocan el tiempo de Jesús en el sepulcro.

Saulo ha de morir a la vida de perseguidor para resucitar con Cristo y convertirse en misionero.