Según Seligman y Peterson (2004)[1], la espiritualidad es una virtud que articula, vertebra y potencia otras virtudes y fortalezas humanas. Es una dimensión profunda de la persona que capacita para buscar y encontrar significado y sentido a la vida.

La espiritualidad es la capacidad de ir más allá, es la voluntad de trascender lo inmediato y descubrir en lo efímero lo eterno. Es integrar, conectar y trascender la realidad para dar sentido a la existencia. Nos permite tomar distancia e identificar los puntos débiles y fortalezas de nuestra vida, y esto es fundamental para diseñar un proyecto de vida feliz.

A LA LUZ DE LA PALABRA

Como el ser humano tiene la capacidad espiritual, puede vivir la experiencia religiosa. La creencia religiosa es un desarrollo de la dimensión espiritual. Las religiones, y en concreto la religión católica, ofrecen un lenguaje para explorar la búsqueda humana de la plenitud.

Jesús pronunció estas palabras:

«Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5).

A través de esta metáfora-alegoría de la vid, vemos la compenetración personal entre Jesucristo y las personas, a modo de un «organismo espiritual» en el que no solo somos testigos de esa Presencia, sino también cauce. Estas palabras de Jesús invitan a experimentar la unidad en la diversidad, a ser capaces de percibir que todos los seres emergen de un mismo Ser y expresan, a su manera, ese mismo Ser que los trasciende.

ACTIVIDAD DE REFLEXIÓN INSPIRADORA

Proponemos la siguiente situación de aprendizaje, estructurada en una serie de actividades:

Actividad 1. Teniendo en cuenta las palabras de Jesús de Nazaret, contesta a las siguientes preguntas:

  • ¿Cómo definirías la relación entre un cristiano y Dios?
  • ¿Qué consecuencias personales y sociales tiene la fraternidad cristiana que brota de ese «organismo espiritual»?

La finalidad de esta actividad es que los alumnos y alumnas descubran la experiencia de plenitud que los cristianos experimentan en el encuentro con Cristo, y que comprendan que la pertenencia a Cristo conlleva una nueva forma de comportarse en la vida.

Actividad 2. Soy consciente

Todos nosotros, por el simple hecho de existir, estamos vinculados a unas personas: familia, amigos, vecinos, compañeros de clase… ¿Qué te aporta tu familia? ¿Qué ofreces a tu familia? ¿Qué te aporta tu mejor amigo o amiga? ¿Qué le ofreces tú? Puedes ampliar esta actividad a las personas que consideres.

A través de estas actividades tratamos de generar una situación de aprendizaje en la que el alumnado pueda “entrenar”, de forma activa y experiencial, habilidades espirituales. Van a ser conscientes de sus recursos interiores y van a compartir momentos de reflexión, tanto personal como grupal, con el propósito de que lo que han razonado, experimentado y compartido puedan ponerlo al servicio de los demás, mejorando el mundo que les rodea.

Actividad 3. Compartimos

Ponemos en común las respuestas y extraemos conclusiones sobre cuál es nuestra relación profunda con las personas de nuestro entorno. ¿Cómo son nuestras relaciones con los demás? ¿Valoramos todo lo que nos aportan nuestros seres queridos?

¿Agradecemos lo suficiente?

Actividad 4. Reflexiono

¿Cuál es tu fortaleza personal más potente? Cuando la pones en práctica, ¿qué efectos tiene en los demás?

Actividad 5. Transformamos y diseñamos un plan de acción

  • Ponemos en común nuestras fortalezas.
  • En grupos, diseñamos un superhéroe que simbolice todas esas fortalezas y lo dibujamos en un mural.
  • Pensamos estrategias para ponerlas al servicio de los demás.

Orientamos la reflexión del alumnado incidiendo en la siguiente idea: el cultivo de la espiritualidad no es autorreferenciado, es decir, no termina en uno mismo, sino que es reflexivo, está abierto a los demás. Formamos una red, somos seres sociales que mutuamente nos sostenemos y nos queremos.

La finalidad es facilitar que cada estudiante formule un proyecto de vida con sentido que responda a valores de cuidado propio, tomando como referencia a Jesucristo y modulando estas opciones en situaciones vitales complejas. Queremos que sean capaces de asumir valores y actitudes de cuidado personal, respetando los de los otros, la naturaleza y los espacios comunes, favoreciendo actitudes de respeto, gratuidad, reconciliación e inclusión social.

En definitiva, los objetivos del cultivo de la espiritualidad podríamos resumirlos de la siguiente manera:

  • Ayudar a conectar con uno mismo, a crecer en el conocimiento y profundidad personal para descubrir los recursos interiores y la potencialidad de cada persona.
  • Desde esa profundidad personal, detectar las claves que permiten conectar con lo que los otros son y con lo que la realidad es, generando una renovada consciencia relacional, que consiste en sentirse parte de una unidad con los demás, con todos los seres y formas de vida.
  • De esta consciencia relacional, de sentirse parte de un Todo orgánico, brota un renovado compromiso social y ecológico que hace posible el desarrollo integral humano.

PARA SABER MÁS

La espiritualidad. Existe una dimensión que transciende la realidad, más allá de lo puramente tangible, inabarcable por las ciencias empíricas y que, lejos de contradecirlas, las completa. La vida espiritual está en potencia en todo ser humano, requiere de un cultivo y una educación para que se articule y desarrolle en plenitud. Solo porque el ser humano tiene esta forma de inteligencia puede vivir la experiencia religiosa. La espiritualidad se canaliza a través de los esquemas religiosos existentes en el contexto social y cultural al que pertenece el alumnado. Como educadores, tenemos la importante labor de reconstruir un entorno cultural para que la inteligencia espiritual de los estudiantes pueda crecer y ser reconocida.

Jesucristo y la espiritualidad. En esta alegoría la palabra clave es permanecer. El verdadero discípulo debe permanecer en la palabra de Jesús o en Jesús en cuanto Palabra. La vid es el árbol de la vida, los discípulos reciben ese poder vivificador gracias a la unión con la vid.

Isabel Gómez Villalba
Docente e investigadora en la Universidad San Jorge. Centrada en la innovación educativa, investigo y diseño experiencias pedagógicas tanto para la integración y desarrollo de habilidades espirituales en el proceso de enseñanza-aprendizaje, como en el estudio y la implementación de proyectos de aprendizaje–servicio.


[1] M. Seligman y C. Peterson, Character Strengths and Virtues: A Handbook and Classification, Oxford University Press, 2004.