EL ABAD SUGER, UN HOMBRE «SUGERENTE» EN LA RELACIÓN ENTRE ARTE Y TEOLOGÍA

Suger de Saint Denis fue un hombre con una personalidad compleja, fruto de su vida, también complicada[1]. Concretamos ahora las fechas más importantes de su vida. Nace en 1081 y a los diez años entra como oblato en la abadía de Saint-Denis. El 12 de marzo de 1122 es elegido abad de este mismo monasterio y ordenado presbítero, puesto que no lo era hasta ese momento. El año 1137 es muy importante, puesto que hay dos acontecimientos trascendentes en la vida de Suger: el 17 de junio firma su testamento que quedará como un documento imprescindible para conocer no solo sus últimas voluntades sino también su manera de pensar; por otro lado, durante el verano, acompaña a Luis VII de Francia a su boda con Leonor. El 9 de junio de 1140 se consagran las nuevas fachadas de Saint-Denis, y, cuatro años más tarde, el coro. El 18 de febrero de 1147 es proclamado regente del reino de Francia y muere, unos años más tarde, el día 13 de enero de 1151[2].

Sobre su familia no hay datos fidedignos. Parece que perteneció a una familia de caballeros poco importantes de una región cercana a París, cuya única salida era servir al rey o a la Iglesia. La entrada del niño Suger en la abadía benefició a toda su familia. Fue el segundo de cinco hermanos; el primogénito se llamaba Ralph, que tuvo cinco hijos con Emeline; el tercer hermano se llamaba Pedro y fue también sacerdote; desconocemos los nombres del cuarto y del quinto hermanos de Suger. Los cinco hijos de Ralph obtuvieron diferentes beneficios eclesiásticos, posiblemente bajo la influencia de su tío, tanto en la propia abadía de Saint-Denis como en la catedral de Notre Dame de París. El estamento clerical o caballeresco era una salida airosa para los segundones de las familias, favorecido además por un carácter nepotista propio de la época.

Cuando entró como oblato en la abadía, allí recibiría las primeras clases y su formación humanística y clásica. Se dice que impresionaba a los monjes siendo capaz de recitar de memoria treinta versos de Horacio. Con veinticinco años asistió en Poitiers a un sínodo (1106). Entre 1109 y 1111 fue superior del importante priorato de Toury; se trataba de un territorio estratégico entre Orleans y París, a ocho kilómetros de Le Puiset. En 1112 estuvo presente en el concilio (no ecuménico) que se celebró en Letrán, donde se ganó las simpatías del abad Adam de Saint-Denis, que le encomendó importantes tareas administrativas. También ejerció de embajador del rey Luis VI, compañero de estudios durante la infancia y cuya amistad mantuvo durante toda su vida; en 1118 se entrevistó con el papa Gelasio II cerca de Montpellier y en 1121 con Calixto II en Roma. A su regreso, se enteró de la muerte del abad Adam y los monjes de Saint-Denis lo eligieron superior del monasterio a los cuarenta y un años de edad.

Bajo la autoridad del abad Adam, la abadía había caído en una situación frívola y vergonzosa, a juicio de San Bernardo de Claraval: se encontraba «atestada» de caballeros mundanos, asediada por asuntos comerciales y abierta a las mujeres. Suger tomó medidas para acabar con esta situación, guiado por un sentido práctico legendario que le impulsó a promover la continencia, la disciplina y la lectura espiritual. Personalmente, dio ejemplo de moderación y austeridad a sus monjes, comiendo carne pocas veces y bebiendo vino diluido con agua. Fue tan eficaz su reforma monástica que el propio san Bernardo le felicitó en 1127: «las bóvedas de la iglesia se hacen eco de los cánticos espirituales en lugar de las causas judiciales» [3].

Durante el reinado de Luis VI, Suger fue su ministro de confianza, de tal forma que, en el verano de 1137, acompañó al hijo del rey hasta Burdeos para que se casara con Leonor de Aquitania. El rey murió unos días más tarde, antes de que el cortejo nupcial llegara a París. Luis VII hizo de nuestro abad el hombre más poderoso de la corte durante los primeros años de su reinado, pero luego cayó en desgracia. De vuelta al monasterio, entre julio de 1140 y junio de 1144 comenzó la supervisión de la construcción de la abadía, tal vez añorando la influencia perdida en la corte, algo que recuperó muy pronto cuando el papa Eugenio III, a sugerencia de Bernardo, le nombró regente del reino, mientras Luis VII dejaba Francia para implicarse en la Segunda Cruzada.

El tiempo de la gestión abacial de Suger es paradigmático, ya que mezcló sus conocimientos espirituales y monásticos con los seculares y administrativos. En la reforma que emprendió en la abadía, asoció libertad con austeridad y prosperidad, pero siempre con el alto objetivo de que el amor marcara las relaciones entre los monjes; es conocido su lema: «el amor es la esencia de la religión monástica» [4]. Además de ser un buen organizador, se sabe que le gustaba trabajar en equipo, puesto que confió en sus subordinados cuando tuvo que ausentarse del monasterio por la regencia de Luis VII.  Su trabajo como gestor incluyó el aumento de los ingresos de la abadía, pero de una forma singular para la época: cultivó el suelo y las vides, controló la corrupción de los alcaldes y de la policía y evitó las reclamaciones de los abogados que pretendían pleitear con Saint-Denis. Recuperó también haciendas perdidas y adquirió nuevas tierras, que permitieron la restauración de la iglesia. En 1143 obtuvo de Luis VII un decreto confirmando los privilegios que tenía Saint-Denis, incluyendo el derecho a liberar siervos, a controlar a los usureros y acuñadores de moneda y a suprimir los impuestos del asilo de pobres que tenía la abadía.


[1] J. F. Benton, Suger’s Life and Personality, en P. L. Gerson, Abbot Suger and Saint-Denis. A symposium, New York 1987, 8.

[2] P. L. Gerson, Abbot Suger…, New York, 1987, 2.

[3] B. de Claraval, Epístola 78.6, en Obras completas, Madrid 1955, vol. 7, 205.

[4] Cf. G. Constable, Suger’s Monastic Administration, en P. L. Gerson, Abbot Suger… 20.