ENSANCHAR LA VIDA REFLEXIONANDO

En los primeros meses de la pandemia tuve la oportunidad de ver una entrevista al sacerdote y místico argentino Hugo Mujica. Le preguntaban por el significado de esto que nos estaba pasando y nos tenía a todos metidos en nuestras casas. Y él dijo algo que fue para mí una revelación: «la vida era estrecha tal como la veníamos viviendo».

Esa vida que nos ha traído hasta aquí conlleva numerosos logros para la humanidad. Lo sabemos. Pero el precio es que ha estrechado nuestras aspiraciones más hondas como seres humanos. La vida estrecha se ha adueñado de un tipo de razón instrumental que todo lo puede, y que nos ha hecho creer que lo importante es volver a lo de siempre: consumir y producir sin parar. ¿Y qué decimos como educadores al respecto?

La estrechez de miras ha sustituido el sosiego de la parada por la velocidad sin control. Una velocidad que exige tener opinión formada de todo y para todo. Las redes agitan las cabezas, buscan masas a favor, masas en contra, polarizaciones y visceralidades que entretienen la vida pero que no nos la hacen vivir con altura de miras, porque sencillamente no nos dejan tomar la distancia necesaria para pensar por nosotros mismos. La vida estrecha huye de la reflexión porque ya lo sabe todo. Esa ausencia de parada reposada no ayuda a vivir sino a funcionar; y lo hacemos con la gasolina que nos aportan tantos estímulos exteriores como ventanas abiertas tenemos en nuestro dispositivo móvil. Hasta ahora la vida pasaba tan rápido que pasaba sin atravesarnos por dentro.

La pandemia es un aviso acerca de la necesidad de un cambio global a todos los niveles, también en el educativo. A estas alturas, no sé si escuchamos bien las alarmas. Es la misma vida que late en esta Tierra con mil heridas y la que nos implora, como nos recuerda Leonardo Boff: o cuidamos o perecemos. Como especie humana, como inteligencia sentiente que somos, nos debemos el cuidado que comienza por abrirnos a nosotros mismos como reflexión y conexión con nuestro pálpito vital, más allá de los reclamos que proceden del exterior. Y será urgente traducir este movimiento interior en el campo educativo, en las tutorías, en los espacios pastorales y, en la medida de lo posible, en cada una de las áreas en los que somos docentes. Desde Educación Física hasta Religión se puede y debe instar a una reflexión que no está de moda.

Cuidar es ensanchar nuestros marcos mentales, nuestra posición ante el mundo. El ensanchamiento de la vida comienza cuando la incorporamos a nuestra reflexión, es decir, cuando nuestra razón se vuelve reflexiva e incorpora saber técnico y sabiduría práctica, razones y emociones. Educar desde el cuidado será aprender a reflexionar juntos, dudar juntos y rendirnos juntos ante una incertidumbre que preside este momento que atravesamos como humanidad herida y derriba de ese pedestal sabelotodo a un tipo de hombre y de mujer que no nos representa. Ensanchar es abajarse a la humildad de lo que somos y caminar desde la fragilidad, conscientes de nuestras posibilidades y de nuestras limitaciones.

Reflexionar es ensanchar y, por tanto, una forma de cuidar. El biólogo chileno Humberto Maturana aseguraba, poco antes de morir recientemente, que este tiempo de pandemia nos invita a la revolución reflexiva. Palabras mayores. Y en la educación la reflexión siempre está a la mano, si uno quiere. Podemos poner pruebas escritas que conduzcan a la repetición de lo transmitido en clase -si es necesario- pero también a otro tipo de pruebas que inviten a la reflexión, a la parada, a no escribir sin hacer digestión reflexiva previa.

La reflexión exige desapegarnos de teoría previas. El apego a una teoría o a una sola visión de la realidad conduce fácilmente a la defensa de una doctrina, y a esa superioridad moral que nos hace sentirnos dueños de la verdad. La reflexión ensancha la vida y nos coloca en estado de cuidado en nuestro hacer y en nuestro decir.

Educar reflexivamente es una de las formas de cuidar hoy, en este tiempo presidido por la agitación. Reflexionar es ayudar a conformar un criterio y saber actuar de la mejor manera posible. La reflexión no garantiza el éxito, y tampoco lo busca; pero sí ayuda a personalizar la vida de las personas que integran la comunidad educativa.

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