LA BODA DE CANÁ (JN 2,1-12) (I)

El relato es calificado por el evangelista como semeion (signo) (v. 11): suscita la fe e identifica a quien lo hace. Es un “pasaje simbólico” que manifiesta mucho más que lo que dice. Encontramos dos horizontes de lectura: a) El tiempo de Jesús con el cumplimiento de las promesas mesiánicas y b) el tiempo postpascual, que aporta la plena inteligencia.

LECTURA REPOSADA DEL RELATO

Tres días después, hubo una boda en Caná de Galilea. La madre de Jesús estaba invitada. También lo estaban Jesús y sus discípulos (vv. 1-2).

El evangelista aporta el contexto: una boda.

Se trata de una imagen bíblica tradicional repetida.

Recuerda la alianza de Dios con su pueblo.

El evangelista señala también el tiempo y el espacio.

El “tercer día” recuerda al lector los grandes acontecimientos de la historia sagrada.

Galilea es el país de Jesús, su predilecto.

Se les acabó el vino, y entonces la madre de Jesús le dijo: No les queda vino (v. 3).

La madre pone a su hijo en presencia de la miseria de Israel, se preocupa de la desgracia de su pueblo.

María no pide un milagro, solo constata la realidad.

La petición ordinaria exige una respuesta extraordinaria, acorde a la misión recibida por el Padre.

Jesús le respondió: Mujer, no intervengas en mi vida; mi hora aún no ha llegado (v. 4).

La palabra “mujer” subraya la evocación de Sión, representada como una mujer que es madre.

La hora de Jesús en Juan es su glorificación: proceso continuo presente en todo lo que hace y dice.

Unir hora de Jesús y pasión proviene de una lectura totalizante del Cuarto Evangelio, fuera de la perícopa.

La madre de Jesús dijo entonces a los que estaban sirviendo: Haced lo que él os diga (v. 5).

María no responde directamente a Jesús, pero no se siente rechazada.

Israel debe disponerse para obedecer a Dios y a su Enviado.

En la Iglesia primitiva funcionaba la analogía Jesús/José; las palabras de María son las del Faraón a los egipcios (Gn 41, 55).