PENTECOSTÉS (HCH 2,1-13) (Y III)

UNA OBRA EJEMPLAR

Pentecostés, Emil Nolde, 1909, Museo Nacional de Berlín (Alemania)

Nolde se caracteriza por el empleo de colores estridentes y figuras con rostros como máscaras que pretenden provocar un shock visual. Un año posterior, es similar en composición y emoción a la Última Cena. Los rostros amarillos y las llamas púrpura pueden asustar a un espectador desprevenido con tanta violencia. La reducción al mínimo del espacio circundante provoca una fuerte pasión religiosa.

ESTUDIO ICONOGRÁFICO

¿Quiénes son? El libro de Hechos habla de “todos”, pero la iconografía clásica representa a María y los apóstoles.

Los apóstoles en el relato de Pentecostés son ya doce porque acaba de relatarse la elección de Matías.

Nuestro autor solo representa a María y diez personajes más.

El centro de la composición lo ocupa María con las manos en actitud de oración.

Su presencia está atestiguada por 1,14.

Nolde subraya el protagonismo de María al pintarla con la llama rodeando todo su rostro.

La llama y el vestido rojo dan un aspecto sobrehumano a María, antecedente de la Asunción.

Podemos distinguir: Juan se encuentra a la derecha de María a la que abraza; Pedro está a su izquierda.

Estos tres personajes, con sus ojos grandes y claros miran al espectador interrogándolo acerca del hecho que está contemplando.

A pesar de la violencia que impone el colorido y las “caretas” de los personajes, podemos apreciar serenidad en los rostros: saben lo que pasa porque había sido prometido.

Llamativo y propio del autor es el gesto de las manos entrecruzadas sobre la mesa.

Nolde ha sabido expresar la intención de Lucas: la acción transformadora del Espíritu sobre la comunidad para que sea más valiente.

También llama la atención el rostro tranquilo del personaje en primer plano.

Las manos de María y las de los apóstoles representan las dos dimensiones de la Iglesia: la vertical de oración al Señor y la horizontal de comunión fraterna.