LA CURACIÓN DEL CIEGO DE NACIMIENTO (JN 9,1-41) (II)

Le dijeron entonces: «¿Cómo, pues, se te han abierto los ojos?». Él respondió: «Ese hombre que se llama Jesús, hizo barro, me untó los ojos y me dijo: «Vete a Siloé y lávate». Yo fui, me lavé y vi». Ellos le dijeron: «¿Dónde está ése?». Él respondió: «No lo sé» (vv. 10-12).       

El ciego comienza su proceso de fe calificando a Jesús como hombre.

No nos habíamos dado cuenta, pero Jesús ha desaparecido de la escena.

La pregunta bajo la apariencia de interés por localizar a Jesús trata de vincular afectivamente a Jesús y al ciego.

El ciego no ha llegado a ver a su benefactor.

Lo llevan donde los fariseos al que antes era ciego. Pero era sábado el día en que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos a su vez le preguntaron cómo había recobrado la vista. Él les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo» (vv. 13-15).

El ciego no va, es llevado.

El evangelista informa que era sábado (motivo de “delito” para Jesús).

Comienza un segundo interrogatorio.

Nuevo relato, más breve, del milagro.

Algunos fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado». Otros decían: «Pero, ¿cómo puede un pecador realizar semejantes señales?». Y había disensión entre ellos. Entonces le dicen otra vez al ciego: «¿Y tú qué dices de él, ya que te ha abierto los ojos?». Él respondió: «Que es un profeta» (vv. 16-17).

Se introduce el tema del sábado.

Se introduce la pregunta por la identidad de Jesús.

La actuación de Jesús da lugar a divisiones incluso entre los miembros de la misma secta.

Segunda etapa del proceso de fe del ciego: califica a Jesús como profeta.

No creyeron los judíos que aquel hombre hubiera sido ciego, hasta que llamaron a los padres del que había recobrado la vista y les preguntaron: «¿Es este vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?» (vv. 18-19).

Aparece un nuevo personaje: los padres.

Son interrogados acerca de su hijo y acerca de su opinión sobre el milagro.

Hay un ambiente judicial en todo el relato.

Sus padres respondieron: «Nosotros sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego. Pero, cómo ve ahora, no lo sabemos; ni quién le ha abierto los ojos, eso nosotros no lo sabemos. Preguntadle; edad tiene; puede hablar de sí mismo» (vv. 20-21).

La respuesta de los padres es evasiva.

No quieren reconocer a Jesús y orientan el interrogatorio hacia su propio hijo (que ya ha sido interrogado = ironía).

Sus padres decían esto por miedo por los judíos, pues los judíos se habían puesto ya de acuerdo en que, si alguno le reconocía como Mesías, quedara excluido de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene; preguntádselo a él» (vv. 22-23).

Explicación del evangelista que refleja un anacronismo (fusión de horizontes).

Hasta el año 87 d.C. los cristianos no fueron expulsados de la comunidad hebrea.