LA CURACIÓN DEL CIEGO DE NACIMIENTO (JN 9,1-41) (III)

Le llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador». Les respondió: «Si es un pecador, no lo sé. Solo sé una cosa: que era ciego y ahora veo» (vv. 24-25).

El interrogatorio de los fariseos continúa y se dirige al ciego.

Intentan atraparlo apelando a su religiosidad.

Quieren que confiese que Jesús es un pecador por haberle curado en sábado.

El ciego no cae en la trampa de los fariseos.

Nueva descripción, todavía más breve, del signo realizado por Jesús.

Le dijeron entonces: «¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?». Él replicó: «Os lo he dicho ya, y no me habéis escuchado. ¿Por qué queréis oírlo otra vez? ¿Es qué queréis también vosotros haceros discípulos suyos?» (vv. 26-27).        

Ahora ya no les interesa el momento sino el modo de actuación de Jesús.

La paciencia del ciego de nacimiento empieza a acabarse.

Sabe lo que pretenden los fariseos (acusar a Jesús) pero no quiere caer en la trampa.

La ironía del v. 21 se transforma en sarcasmo hacia los fariseos.

Ellos le llenaron de injurias y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios; pero ese no sabemos de dónde es» (vv. 28-29).

Le acusan de ser discípulo de Jesús cuando todavía no lo es.

La discusión se localiza en el tema central: la identidad de Jesús. El lector la conoce.

Vuelve a aparecer la oposición entre judaísmo y cristianismo (anacronismo).

El hombre les respondió: «Eso es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; mas, si uno es religioso y cumple su voluntad, a ese le escucha» (vv. 30-31).

El ciego se da cuenta del tema central.

Tras ser acusado de discípulo, y aunque no lo es, comienza a actuar como tal: defiende a Jesús.

«Jamás se ha oído decir que alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si este no viniera de Dios, no podría hacer nada». Ellos le respondieron: «Has nacido todo entero en pecado ¿y nos da lecciones a nosotros?». Y le echaron fuera(vv. 32-34).

Aunque habla el ciego, parece que lo hace el evangelista, situado en su tiempo.

Se aportan pruebas estadísticas acerca del signo.

El ciego hace una nueva afirmación sobre la identidad de Jesús: viene de Dios.

La expulsión viene a recordar el miedo que tenían los padres (tercer anacronismo).

Los fariseos responden ahora a la pregunta que los discípulos hicieron a Jesús en el v. 2.

Jesús se enteró de que le habían echado fuera y, encontrándose con él, le dijo (v. 35 a. b).

Jesús entra en escena.

Ante la injusticia de los fariseos (expulsión de la sinagoga), Jesús se hace encontradizo con su discípulo en ciernes.

Volvemos al principio del capítulo (quiasmo): Jesús toma la iniciativa.

«¿Tú crees en el Hijo del hombre?». Él respondió: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» (vv. 35c-36).      

Jesús hace una pregunta directa al ciego.

Se usa la fórmula “hijo del hombre” en sentido absoluto lo que indica la globalidad del misterio de Jesús.

Es la primera vez que, claramente, aparece el tema del creer.

El ciego no conoce, todavía, al Hijo del hombre.

Jesús le dijo: «Le has visto; el que está hablando contigo, ese es.» Él entonces dijo: «Creo, Señor». Y se postró ante él (vv. 37-38).

Jesús se identifica a quien ha sido capaz de defenderlo aun sin conocerlo.

Confesión plena del ciego: califica a Jesús como Señor.

La postración le identifica como Dios.

Se convierte en discípulo tras un proceso que comprende investigación con testigos, juicio y sentencia.

Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos» (v. 39).

Jesús pone la primera conclusión del relato.

En el relato parecía que enjuiciaban a Jesús, pero en realidad el juez es él.

Jesús es la luz que ilumina.

Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «Es que también nosotros somos ciegos?». Jesús les respondió: «Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: «Vemos» vuestro pecado permanece» (vv. 40-41).

Es el juicio de la comunidad joánica hacia la sinagoga.

Unos reconocen a Jesús como Hijo de Dios y otros se niegan a hacerlo.

El evangelista no conoce más que un pecado: el rechazo de la luz, el rechazo de Jesús.

PRIMERA CONCLUSIÓN: ANÁLISIS DE LOS PERSONAJES

El protagonista es Jesús.

El personaje redondo es el ciego de nacimiento, personaje agudo, ocurrente e incluso algo pícaro.

El personaje plano son los oponentes de Jesús que van “encegueciendo” progresivamente.

Los discípulos representan a aquellas personas que aún no han aprendido a mirar a los hombres como lo hace Cristo.

Los padres representan a los que conocen la verdad de Jesús, pero que no se comprometen.

La voz narrativa es el evangelista que, con el relato, quiere plantear al lector una única pregunta: ¿Quién es Jesús?

SEGUNDA CONCLUSIÓN: LA FE ES UN PROCESO

Este proceso se demuestra en la manera como evoluciona la fe del ciego de nacimiento y se explicita a lo largo del relato con las diferentes formas de llamar a Jesús: hombre, profeta, Mesías, Enviado y Señor.

  • Ese hombre llamado Jesús (v. 10).
  • Es un profeta (v. 17).
  • Reconocerlo como Mesías (v. 22).
  • Viene de Dios (v. 33).
  • Creo, Señor (v. 38).