LAUDATE DEUM: ADVERTENCIA Y ORIENTACIÓN

Bajo una cierta mirada de sorpresa, y también de sospecha, el papa Francisco ha vuelto a dar una vuelta de tornillo a su defensa de la casa común y a la necesidad de reaccionar con mayor convicción ante los problemas cruciales que atravesamos como especie humana. Laudate Deum es una exhortación en toda la expresión de la palabra: una advertencia y una orientación.

Es una advertencia vinculada a la insuficiente reacción que ha tenido en nuestra sociedad el hecho de ver ante nosotros un planeta herido, no por casualidad, sino debido al impacto ocasionado por el ser humano. Aunque de por medio hemos atravesado una pandemia devastadora, parece que el regreso a la normalidad que mira de perfil los problemas ha vuelto a su cauce. Ya en el Pacto Educativo Global se señala que lo que había desvelado aquella pandemia es que lo “que está en crisis es nuestro modo de entender la realidad y de relacionarnos con ella”.

Un modo muy concreto de no entender la realidad es simplemente negarla. Las señales del cambio climático nos han visitado día a día en cada lugar conocido y desconocido, pero no faltan personas “que pretendieron burlarse de esta constatación” (LD 6). Más que negar o esconder la realidad sería preciso reconocer no solo lo que existe (“esto es lo que lo hay”) sino nuestra implicación en ello. Por ello, la realidad nos exige que seamos honrados con ella.

Laudate Deum nos recuerda que nos enfrentamos a un problema social global que está relacionado con la dignidad de la vida humana (LD 3), de modo que lo ecológico es social y lo social es ecológico, en la convicción de que el deterioro del planeta incide más en los que menos tienen. El compromiso por el cuidado del planeta vendrá acompañado por la determinación para ensanchar nuestras mentes, ciudades y países de modo que podamos albergar a todos, porque ningún ser humano es ilegal y porque solo hay vida vivible si construimos un mundo habitable y justo.

El enfoque del papa Francisco incide una vez más en la necesidad de cambiar de orientación nuestro diario vivir, las instituciones que nos representan, las organizaciones de las que formamos parte y, especialmente, la educación. Esto significa construir nuevos paradigmas “capaces de responder a los desafíos y emergencias de nuestro mundo”, como incide el Pacto Educativo Global. Y se traduce en dejar de comprender la naturaleza y el mundo como aquello que está ahí frente a nosotros y bajo nuestro dominio, porque somos parte de este mundo, somos tierra que anda. Hoy más que nunca hay que abandonar ese paradigma tecnocrático y todopoderoso, que nos ha confundido y endiosado.

Quizá la parte más novedosa que nos muestra el papa Francisco aparece cuando, tras criticar al poder político inoperante a nivel mundial, como podemos apreciar en las resoluciones de Naciones Unidas, aboga por un “multilateralismo desde abajo” (LD 38), es decir, por la recreación de una sociedad civil fuerte, inteligente y compasiva, capaz de crear instituciones cívicas creíbles. Ellas son las que deben deliberar y llegar a acuerdos en ese juego de coordinación de las interdependencias entre los diferentes sectores que ocupamos el espacio de lo público, de lo que es de todos.

En esa transición de nuestra sociedad es capital el papel creativo y transformador de la educación como agente de cambio. El multilateralismo no desciende desde las escuelas de diplomacia, solo. Será viable si se contagia desde abajo en la vida cotidiana. Y para ello debe entrenar todas esas habilidades de diálogo, resolución pacífica de los conflictos y cuidado del entorno en el marco del territorio y en colaboración con las asociaciones e instituciones del barrio, pueblo y ciudad.  Desde la proximidad llegarán no pocas propuestas viables; y eso no sucederá si no nos ponemos a ello. Hemos de mancharnos las manos.

El papa Francisco va depositando un legado impresionante en lo referido al compromiso ecosocial de la humanidad, y no solo de los cristianos. En Laudato Si’ evidenció que “todo en el universo está conectado”. En medio de la pandemia dejó escrito en Fratelli Tutti que “nadie se salva solo”. Y en Laudate Deum nos recuerda que aún estamos a tiempo si no queremos llegar a un punto de no retorno. Manos a la obra.

Cuidarnos

RACISMO DE ANDAR POR CASA

Mirar al otro diferente como otro ser humano, vecino del barrio y del planeta, probablemente nos conduzca a sentirnos paisanos unos de otros y unos con otros.

ver más »