RISTRAS
Le doy gracias a Dios por estos encuentros, por estas personas que forman mi ristra particular. Esos, ellos saben quiénes son, están ahí, y estarán siempre.
Le doy gracias a Dios por estos encuentros, por estas personas que forman mi ristra particular. Esos, ellos saben quiénes son, están ahí, y estarán siempre.
Quizás sean tiempos estos de volver a recuperar la utopía y no quedarnos de brazos cruzados como si no ocurriera nada.
La vida cotidiana se cifra en los pequeños gestos, en la vida sencilla, en estar pendiente de los detalles más nimios.
El día está nublado, llueve, las horas pasan lentamente e intento mantener encendida la llama de la esperanza y el horizonte de la verdad.
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Gran parte de lo que acabamos siendo depende de cómo nos miren. No me extraña que san Juan de la Cruz diga que “el mirar de Dios es amar”.
Cuando termina el año es un buen momento para pararse, dejar reposar en el corazón aquello que nos ha hecho vibrar, sentir o emocionarnos.
Echo de menos la naturalidad en muchas cosas, lo ordinario de los momentos de la vida. Volver a acercarme al portal como si fuera la primera vez.
Nos cruzamos con muchas personas en la vida. Los cruces son fortuitos, a veces efímeros, otros estables. Y en la estabilidad también hay grados.
Vivimos en un mundo al que le gusta marcar líneas. Líneas que ordenan, líneas que dividen, líneas que subrayan, líneas opuestas, líneas paralelas o líneas perpendiculares.
Estoy convencido que es la conciencia de la pobreza, de lo pequeño, desde donde todos comenzamos a cambiar.