LA EXPULSIÓN DE LOS MERCADERES DEL TEMPLO (JN 2,13-22) (I)

El cuarto evangelista ha desplazado el relato al comienzo del ministerio público de Jesús, porque propone una visión sintética de la misión de Jesús y relaciona el relato con el Padre, el pasado de Israel y los discípulos. Coloca aquí el testimonio de los falsos testigos del juicio y lo hace en labios de Jesús. Además, incluye bueyes y ovejas, que eran animales para las ofrendas de paz. Las ofrendas actuales son insuficientes, porque una nueva forma de culto ha comenzado.

Los actores

PersonajesMc 11,15-19Mt 21,12-17Lc 19,45-48Jn 2,13-22
JesúsXXXX
VendedoresX XX
Bueyes y ovejas   X
PalomasXX X
CambistasXX X
Látigo   X
MesasXX X
Los judíos en general   X
Los discípulos de Jesús   X
Jefes de los sacerdotes y maestrosXXX 
El puebloX X 
Ciegos y cojos X  
Niños X  

Lectura reposada del relato

Como ya estaba próxima la fiesta judía de la pascua, Jesús fue a Jerusalén (v. 13).

La referencia a la fiesta judía prepara al lector para ver la pascua cristiana que el texto evocará dos veces (vv. 19. 22).

Por otra parte, la expresión indica que el evangelista no tiene ya la menor participación en el calendario cultual hebreo.

Antes del reposo festivo, había gran animación de vendedores.

En el templo se encontró con los vendedores de bueyes, ovejas y palomas; también estaban allí, sentados detrás de sus mesas, los cambistas de dinero (v. 14).

Destaca la presencia de los animales grandes destinados a los holocaustos (Lv 1, 3) y que pueden relacionarse con la consumación en la cruz (v. 17).

Resulta curiosa la ausencia de los que compraban los animales.

Jesús, al ver aquello, hizo un látigo de cuerdas y echó fuera del templo a todos, con sus ovejas y bueyes; tiró al suelo las monedas de los cambistas y volcó sus mesas (v. 15).

El látigo es un rasgo de dramatización que aporta Juan.

En el templo no está permitido portar armas, por eso Jesús debe hacer el azote para poder expulsar a los animales.

A los cambistas les desparrama las monedas y a los vendedores de palomas les dijo: «Quitad esto de aquí. No convirtáis la casa de mi Padre en un mercado» (v 16).

Se usa la expresión “casa de mi Padre” para que el lector perciba el simbolismo que el templo tiene en el relato.

La cita, que no es textual, evoca Zac 14,21.

Para Jesús, la Escritura no es una colección de textos de donde sacar pautas de comportamiento, sino que está asimilada a su propio espíritu.