LA EXPULSIÓN DE LOS MERCADERES DEL TEMPLO (Jn 2,13-22) (II)

Sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu casa me consumirá (v. 17).

Con la comprensión del gesto que el evangelista presta a los discípulos, el lector presiente la muerte de Jesús.

La cita puede ser del Sal 68,10 que se entendía en sentido mesiánico en la Iglesia primitiva.

Los judíos le salieron al paso y le preguntaron: ¿Qué señal nos ofreces como prueba de tu autoridad para hacer esto? (v. 18).

La reacción ante el gesto de Jesús es preguntarse acerca de su identidad y no de la significación del hecho: la atención se dirige al hombre.

Se trata de un gesto profético que requiere una explicación acerca de la cualidad de Jesús.

El evangelista subraya la ceguera voluntaria de los espectadores que se encierran en el significado literal.

Jesús replicó: Destruid este templo, y en tres días yo lo levantaré de nuevo (v. 19).

Se trata de la frase que los falsos testigos atribuyen a Jesús en los sinópticos. Juan la pone en labios de Jesús.

Igual que en Caná, donde el vino procedía del agua de las purificaciones, el templo va a ser reconstruido.

El don de Dios a Israel no queda suplantado sino transformado por la aportación de Jesús.

A través de la Resurrección (tres días) se renovará el templo.

Los judíos le contestaron: Han sido necesarios cuarenta y seis años para edificar este templo, ¿y piensas tú reconstruirlo en tres días? (v. 20).

Los judíos comprenden que Jesús quiere añadir algo nuevo al templo: su propio papel, su presencia.

No se preocupan por la amenaza, sino que se fijan en la persona de Jesús.

El templo del que hablaba Jesús era su propio cuerpo (v. 21).

Con probabilidad, el relato fue compuesto tras la destrucción del templo en el año 70.

La pregunta del pueblo hebreo era: ¿dónde tendrá “lugar” la Presencia?

Los cristianos responden: el Resucitado se hace presente en medio de nosotros cuando celebramos su memoria.

Son los dos horizontes de lectura del texto: el de los espectadores y el de los lectores.

Por eso, cuando Jesús resucitó de entre los muertos, los discípulos recordaron lo que había dicho, y creyeron en la Escritura y en las palabras que él había pronunciado (v. 22).

El evangelista señala al lector el sentido profundo de la escena: la fe de los discípulos. En Juan, recordar equivale a profundizar en la fe.

A diferencia de los judíos, los discípulos están abiertos al futuro y dispuestos a confesar su fe. Provisto de la clave, el lector puede ir más allá del texto y penetrar el sentido último de la perícopa.